sábado, 29 de diciembre de 2007

Todo es excusa, nada justificación

Diciembre 2007.
Posibles causas de la violencia doméstica.
Entender porqué un hombre le pega a su esposa es más complejo que remitirse a los prejuicios colectivos. Alcohol, drogas, pasados violentos, personalidades confusas, son sólo hipótesis que intentan explicar un fenómeno que le quitó la vida a 17 mujeres en el último año.
Cuando una mujer víctima de violencia doméstica pide ayuda profesional, pocas veces va en busca de una razón. Esa ayuda, muchas veces es sinónimo de denuncia: al menos lo fue para las 5.014 mujeres que se acercaron a una comisaría en la pimera mitad de este año. A ellas no le importa saber por qué su hijo le gritó, por qué su padre le pegó o por qué su esposo la obligó a mantener relaciones sexuales. Lo único que quiere es que no se repita.
No se trata de un fenómeno nuevo, pero sí de un concepto que hasta hace unos años no se manejaba. Cuando un hombre le levantaba la mano a su mujer, la prensa titulaba “drama familiar”, o si la situación era más violenta, “crimen pasional”; la gente no comentaba demasiado, porque entendía que era un problema de puertas para adentro.

Empezar a abrir los ojos
Con la aparición, hace casi dos décadas, de las organizaciones sociales que luchan contra la violencia de género, “La sociedad ya no se calla la boca, no mira para otro lado, ni pone la radio más alta”, dijo la psicóloga social Mabel Simois, que trabaja en la Casa de la Mujer de la Unión desde hace 20 años. Argumentó que la sanción social es tan importante que los no involucrados ahora sienten casi como una obligación meterse en el asunto: “Que te digan que sos un golpeador no es lo mismo que antes”.
“Todo acto violento que se podía dar en el ámbito doméstico no estaba conceptualizado como una forma de violencia, sino como prácticas cotidianas”, puntualizó el sociólogo Rafael Paternain, director del Observatorio Nacional sobre Violencia y Criminalidad, dependencia del Ministerio del Interior. Pero esos actos que podían considerarse habituales, como los insultos constantes; desde 2002, están dentro de la ley 17.514 que establece que la agresión física, la psicológica, la violencia patrimonial y el abuso sexual en la pareja, son consideradas violencia doméstica.
Además, contó Paternain, hubo otros hechos que se dieron desde los 90, que aportaron a formar esta conciencia colectiva: “la reacción del Ministerio del Interior”, con la ley de Seguridad Ciudadana en 1995; la propia ley de violencia doméstica aprobada en 2002 y hasta la influencia de los medios de comunicación. Hoy en día hay unas 20 organizaciones contra la violencia doméstica sólo en Montevideo.
“Este es un proceso que tuvo varias fases, no puedo determinar un punto de quiebre, un hecho detonante”, sintetizó el sociólogo. “Creo que ha ido de la mano con la mejora de los indicadores de información. De hecho la estadística de denuncias comenzó a funcionar a nivel nacional en 2005”. Su pronóstico es negativo, pero honesto: “Aunque los diagnósticos van mejorando, las respuestas al problema siguen estando muy lejos de articular un verdadero plan nacional de lucha contra la violencia”.
Si la discriminación se aprende, si la agresión es evitable y si la violencia es inherente al ser humano, son dudas que tienen los estudiosos del tema.

Cada cual que atienda su juego
La cultura machista no se puede pasar por alto. Crecemos en una sociedad patriarcal donde los roles están muy diferenciados, nos indican qué debemos hacer y cómo debemos comportarnos, según se trate de niñas o varones. “En un marco de sociedades machistas, los hombres tienden a reaccionar con mayor violencia -dijo Paternain-. Hay muchos mecanismos de etiquetas que están inscriptos en pautas culturales, pero su naturaleza empieza a hacerse cada vez más criticable.” Agregó que el sistema de socialización sumado a la educación (tanto formal como informal) es clave en el aprendizaje y la interiorización de los estereotipos; las publicidades de productos de limpieza, por ejemplo, son claras evidencias de prototipos de roles asignados.
La dominación masculina excede al mundo occidental: “Es algo que pasa en todas las culturas, aunque de diversa manera”, dijo el antropólogo Marcelo Rossal, haciendo hincapié en ejemplos actuales, como los castigos corporales que hay en el budismo. “En una sociedad donde la violencia es admitida, va a circular sin problemas. Si no es aceptada, va a encontrar frenos en las instituciones sociales”.
Una sociedad machista incluye un alto grado de misoginia, donde la propia mujer se degrada y se disminuye ante la presencia del hombre: ella se autodiscrimina sin cuestionarse su desigualdad. Esto representa el concepto de violencia simbólica del sociólogo francés Pierre Bourdieu: “Los dominados contribuyen a su propia dominación al aceptar tácitamente los límites impuestos, adoptan a menudo la forma de emociones corporales (vergüenza, humillación, timidez, ansiedad, culpabilidad) o de pasiones y sentimientos (amor, admiración, respeto): emociones a veces aún más dolorosas cuando se traducen en unas manifestaciones visibles (el rubor, la confusión verbal, la torpeza, el temblor, la ira o la rabia impotente), maneras de someterse a la opinión dominante”(1).

Cuando se cierra la puerta
“A veces la violencia no está bien determinada: por ejemplo, si son admitidos los gritos en una pareja”, especificó el antropólogo Rossal. Es que como bien dice el refrán popular, cada casa es un mundo; y si en esa casa se vinculan faltándose el respeto, o levantándose la voz, los niños que allí crezcan entenderán que esas formas de relacionamiento son habituales.
La psicóloga Ana María Mendy atiende consultas en la Comuna Muejr de zona 9 (desde la Curva de Maroñas hasta el límite departamental). Siempre brindó “la mejor atención del mundo”, dice entre risas. Está convencida que la violencia doméstica es un problema cultural y que la solución se encuentra en la raíz del asunto: “Es necesario un cambio de conceptos en los roles del niño y de la niña”, pero no sólo en la escuela, también en la casa: la familia es una gran reproductora de situaciones violentas.
La agresión es “natural” para el golpeador, según la psicóloga Ana Nin, quien se niega a utilizar el término “consciente” al referirse a la violencia. El hombre que golpea a su mujer es obsesivo, celoso y machista; pero fuera de su casa se muestra agradable y simpático. “En las mujeres no hay ninguna voluntad de ser golpeadas, pero sí tienen algo mesiánico: creen que con su amor van a poder cambiar al hombre de quien se enamoraron”, dijo Nin, que trabaja en el Instituto Técnico Forense asesorando jueces en casos de violencia doméstica.
Existen dos posiciones opuestas con respecto a la influencia del núcleo familiar en los potenciales actos violentos de los más pequeños: por un lado, los que afirman que la propia historia del golpeador es la que determina sus actos; por otro, la reproducción negativa donde la persona hace lo opuesto a lo que vivió en su infancia.
En el primer caso, estudios internacionales explican que “una personalidad violenta en el ámbito doméstico, tiene antecedentes muy claros en su propia biografía”, dijo el sociólogo Paternain. Así, en los hogares donde se vive el día a día con cualquier tipo de agresiones, hay grandes posibilidades de que la situación pueda repetirse en un futuro.
Simois, la psicóloga social de la Casa de la Mujer de la Unión, sostuvo que “no cualquier mujer” puede ser víctima de violencia doméstica. Existe un estereotipo de aquellas que son golpeadas, pero no es determinante: “Hijas mayores que criaron a sus hermanos, quizá violentadas cuando eran chicas, que veían cómo el padre maltrataba a su madre. Muy apegadas al estereotipo femenino, seguir al pie de la letra qué significa en la sociedad ser madre, ser esposa”.
En el segundo caso se puede dar exactamente lo opuesto: tener un padre que castiga a tu madre y terminar siendo un hombre que idealiza a las mujeres”, ejemplificó Rossal. La psicóloga Mendy también se refirió a esta posibilidad con un ejemplo: “una mujer creció en un hogar donde fue contenida, todo el tiempo recibió afecto y vio a sus padres llevándose bien; pero hoy está frente a una situación de un hombre que la golpea, y no sabe cómo comportarse”.
Históricamente, el concepto de familia cambió “dramática y radicalmente” según el sociólogo Paternain: “Es una institución que nada tiene que ver con lo que era 30 años atrás”. Aumentan los divorcios, los hogares unipersonales y uniparentales; disminuyen los casamientos y, sobre todo en Montevideo, el formato de hogar tradicional (padre, madre, hijo, hija). Pero nada de esto ayuda o facilita las conductas violentas: “No está demostrado que los nuevos arreglos familiares sean potenciadotes o inductores de nuevas patologías, o de hechos de violencia”.

Pasa hasta en las mejores familias
Ni la situación social ni tampoco el nivel económico hacen diferencias a la hora de encontrar víctimas. “Las variables sociales tienen poquísima incidencia: una crisis socioeconómica, los procesos de empobrecimiento, de pauperización, el nivel o el estrato socio económico explican poco”, dijo Paternain. En las clases altas se oculta más, el sociólogo agregó por qué hay mayor cantidad de denuncias en los sectores económicos más bajos: “lo utilizan como un mecanismo de contención y protección más inmediato. En las clases medias o altas hay más resistencia a que el Estado u otras organizaciones intervengan en esos asuntos porque pueden haber razones hasta económicas, patrimoniales, morales que de alguna manera lo obstaculicen”.
A diferencia de lo dicho por Paternain; la subcomisaria Angélica Echevarría, de la Comisaría de la Mujer dijo que la violencia doméstica “en todos lados es denunciada”. Las denuncias nunca muestran la totalidad del fenómeno: son un número sesgado correspondiente sólo a aquellas mujeres que se animaron a llegar a la comisaría de su barrio para intentar cambiar su situación.
Las cifras, sin embargo, le dan la razón al sociólogo: del 2003 al 2006 inclusive, la seccional nº14 de Carrasco, recibió 167 denuncias por violencia doméstica; mientras que en la nº19, de La Teja, hubo 990. Esos números (2) hay que entenderlos dentro del contexto: no podemos asumir que esa es la cantidad de casos existentes, porque según las Naciones Unidas, sólo el 10% de los casos son denunciados. Además, en zonas más pobladas, como el Centro, hay una tendencia a que haya más denuncias, simplemente, porque hay más habitantes. Pero las diferencias saltan a la vista: 151 denuncias en el Prado, y 805 en la zona del Borro y Casavalle.

El vicio de justificarse

Todos los profesionales consultados coinciden en que el alcohol y las drogas son facilitadores de la violencia, pero que no la causan por sí solos. Incluso en la Comisaría de la Mujer, sólo un 10% de las denuncias son adjudicadas a estos vicios: la subcomisaria Echevarría aseguró que la gran mayoría de las agresiones es a causa de un deterioro de la pareja.
No cualquiera que tome alcohol o se drogue (aunque hablemos de las sustancias potenciadoras, como la pasta base o la cocaína) llega a la casa a pegarle a la mujer. “Actualmente se pone la carga causal de un hecho en estos vicios”, aclaró Paternain, “pero lo que no se hace es investigar la causalidad de la adicción”. Según nuestro Código, si alguien en estado de ebriedad o drogadicción agrede a un familiar, está especialmente agravado.

“Llega una mujer, me cuenta que su marido le pegó”, cuenta Simois:
-¿Qué pasó?
-Pobre... perdió el trabajo.
-Ah... Y antes, cuando tenía trabajo, ¿nunca te había pegado?
-Bueno, alguna vez...
Las mujeres aceptaban como normal que su esposo tuviera un mal día, no cuestionaban que les levantara una mano si decidía ir a tomar unas copas al bar.
“Perder el trabajo es la justificación. Pero nada justifica la violencia. Absolutamente nada.” La psicóloga entiende que el acto violento es responsabilidad de quien lo ejerce: “A mí me pueden decir lo que quieran que yo nunca voy a reaccionar con violencia, porque no está en mí. Si yo digo que alguien me provocó es porque pongo mi conducta en el otro, pero mi conducta es mía.”

Una evaluación que necesita soluciones
La situación “es mejor porque la problemática se reconoce”, dijo Paternain; “pero podríamos decir que es peor, porque cuando más reconocemos el fenómeno, más vemos que la calidad de respuesta del Estado es insuficiente: la respuesta policial es mala y la judicial también.” El sociólogo negó la veracidad del famoso dato tan difundido en publicidades contra la violencia de género: “No muere una mujer cada nueve días, en realidad mueren muchas menos”, aunque aclaró que esto no le quita gravedad al asunto. Si mueren menos mujeres, puede asumirse que se deba a la existencia de mecanismos de prevención o de detección temprana que evitan esas muertes. Hubo 29 mujeres asesinadas entre noviembre del 2006 y octubre del 2007: 17 de ellas por violencia doméstica.
Las conductas, asegura el antropólogo Rossal, son actitudes aprendidas, interiorizadas. Ya sea por imitación o reproducción negativa, todos los actos humanos son decisión de quien los ejerce. El pronóstico futuro, igualmente puede ser alentador según Rossal. “Lo que ha demostrado el hombre es que su única permanencia es el cambio”.
Nadie se anima a asegurar si estamos mejor o peor que antes. Ni si cómo solucionar la situación. Todos los profesionales consultados coinciden que es un problema que sólo tendría arreglo cambiando las raíces de la sociedad: la educación, tanto formal como informal, la familia y el entorno donde el niño crece, hasta los medios de comunicación; todos estos factores ayudan a crear perfiles de conducta, roles que adoptamos sin preguntarnos porqué.
Es muy difícil modificar el pensamiento de una sociedad que nace, vive y muere entre discriminación, machismo, insultos y agresiones de todo tipo. Cambiar la educación temprana implica, nada más ni nada menos, cambiar la cabeza.

(1) La dominación masculina, Pierre Bourdieu.
(2) Datos proporcionados por el Observatorio Nacional sobre Violencia y Criminalidad.

1 comentario:

YosoyineS dijo...

Es horrible la violencia doméstica. Gustavo Ekroth decía que si hubiera paz mundial y no más guerras, el índice de violencia doméstica aumentaría, puesto que es parte del ser humano el ser violento.

Actualmente la educación inicial ayuda muchísimo con las cuestiones sociales, ahora los jóvenes son muchísimo más conscientes de los problemas del alcoholismo o el tabaquismo. A mi en la escuela nunca me habían dicho nada del tabaco.

Creo que la solución es empezar por algún lado, proveer la cura -las comisarías de la mujer son una buena muestra de ello, por ejemplo-, pero también prevenir.

Siempre que hay una solución, es porque hubo una idea, un intento. Vamos por partes, dijo Jack el Destripador.

Y, el 9 de abril es el día blogger contra la violencia de género, me parece bueno promocionarlo.

Besotes!