martes, 22 de noviembre de 2011

Un pedacito de Rusia en Uruguay

Publicado en la revista Sala de Espera, noviembre de 2011.

Fue en el año 1913 cuando llegaron los primeros rusos a Uruguay. Con la intención de radicarse en nuestro país, los inmigrantes trajeron la costumbre de festejar los casamientos durante tres días y de plantar semillas de girasol, aunque los criollos los llamaran “locos” por sembrar flores en vez de cereales


Las primeras 300 familias rusas que se alejaron de su tierra lo hicieron por no encontrar libertad religiosa. Basilio Lubkov, quien estaba encargado de realizar los trámites para que estos rusos se instalaran en otros países, supo que el presidente uruguayo, José Batlle y Ordoñez, estaba buscando “el ingreso de inmigrantes de cualquier origen”, siempre y cuando “vinieran del campo y fueran agricultores”, según señala el libro “Los rusos en Uruguay: historia y contemporaneidad”.

De acuerdo al mismo texto, cuando los rusos llegaron a Uruguay debieron someterse a una cuarentena, en lo que se llamó el Hotel de los Inmigrantes: “este lugar no era más que una sucesión de barracas y conventillos, que dejó muy mal recuerdo en los recién llegados, pues allí se disponía de mínimos servicios higiénicos y las condiciones de vida eran pésimas”.

La situación de los inmigrantes rusos continuó igual durante un par de meses, por lo que decidieron reclamar: se sentaron en las escalinatas del Palacio Legislativo a la espera de los legisladores. Allí los observó el nacionalista Alberto Espalter, quien llevó el tema a las Cámaras y expresó que estaba dispuesto a ofrecer al Estado algunas de sus tierras, ubicadas en el departamento de Río Negro. Y así nació San Javier.
Costumbres que se mudaron

Se eligió al 27 de julio de 1913 como fecha fundacional de la colonia rusa, por ser el día en que el primer grupo de inmigrantes arribó a Puerto Viejo, en las orillas del Río Uruguay.

Pocos años después de la primera ola migratoria rusa, hubo que adquirir más tierras porque resultaban pocas para trabajarlas: se compraron 10.000 hectáreas más.

En Uruguay no sólo encontraron tierras fértiles, sino también un lugar para poder expresar libremente sus creencias religiosas. Al principio, el culto lo realizaba el guía espiritual en alguna casa de familia, pero más adelante se construyó un edificio para ese fin.

Al notar la gran barrera idiomática, en 1914 solicitaron que se instalara una escuela pública. Comenzaron a estudiar 150 niños rusos, quienes no conocían nada del idioma español, a lo que se sumaba el hecho de que la maestra no sabía hablarlo. Recién en el año 1943 se organizó una comisión donde se enseñaba el idioma.

Según consta en los libros de la escuela, la mayoría de los niños abandonaba sus estudios en el mes de setiembre, ya que ayudaban a sus familias en el trabajo de la siembra.

Fueron los rusos quienes introdujeron el girasol en los campos uruguayos. Los criollos creían que los inmigrantes estaban locos por sembrar flores en vez de cereales. En agricultura, también trabajaron el lino, la avena y la cebada, y de hecho, en San Javier se instaló el primer molino que producía aceite de forma natural. Esta costumbre derivó en la tradición de festejar todos los años la Fiesta Regional del Girasol, en la que se homenajea a los fundadores del pueblo.

Por la década de 1950 se inauguró la metalúrgica Demetrio Gurin, empresa que además de generar mano de obra creó los primeros equipos girasoleros que se usaban en la cosecha. Pero a partir de 1960 los habitantes de San Javier sufren “las repercusiones del estancamiento económico que afecta a Uruguay”, según explica la página web de la Intendencia de Río Negro. “Muchos son empleados públicos, jubilados, comerciantes, pero la mayoría de la gente hace changas en el medio rural, han comenzado a trabajar en campos forestados”, describe.

El zapatero de la localidad, Lázaro Safronov, reunió a un grupo de jóvenes en 1936 para fundar el club Juventud Unida, “con la idea de que la diversión se acompañara de cultura”. Había una biblioteca, se daban clases de pintura, costura, corte y confección, y se convirtió en el lugar donde se realizaban bailes, que antes se hacían en chacras. En 1957 se conformó el Centro Cultural Máximo Gorki —en honor al escritor ruso—, donde se daban clases de ruso, se enseñaba teatro, coro y danzas rusas. Allí se concentra el Grupo de Danzas Rusas Kalinka.

Las tradiciones musicales comenzaron con un grupo de varones que bailaba al ritmo del acordeón. Luego se incorporó una coreógrafa rusa especializada en ballet clásico, y comenzaron a realizarse otras danzas folclóricas como el Jopak, la danza gitana, las dos guitarras, el Abedul, el Cosaco, la Troika y Bailar con la espada.

Entre las tradiciones y costumbres que llegaron junto con los inmigrantes, se destaca la construcción de baños rusos, que funcionaban a vapor: allí concurrían los hombres de los campos cercanos para tomar su baño de los sábados.

Hoy en día, con una población que no llega a los 3.000 habitantes, la localidad de San Javier mantiene muchas de las tradiciones rusas que se trasmiten de generación en generación. Se sigue cocinando chaslik, borsch, piraski y kvuass; los casamientos se celebran con tres días de fiesta continuada, donde no faltan las comidas y danzas típicas; en la radio local, todos los domingos pasan 45 minutos de música rusa, así como información sobre las actividades del conjunto Kalinka. Y, claro, siguen enseñando a hablar en ruso.

Un lugar para visitar

San Javier se encuentra ubicado a orillas del Río Uruguay, a 95 kilómetros de la ciudad de Fray Bentos, en el departamento de Río Negro. Para llegar, el visitante tendrá que seguir las siguientes coordenadas:
Desde el Sur:

Tomar Ruta 1, luego la Ruta 2 y 24, ingresando por radial de Tres Quintas desde la Ruta 24. Luego se toma el acceso a San Javier, o por Ruta 1, 3 y luego tomar la Ruta 25 hasta Tres Bocas, para ingresar por radial de Tres Quintas desde la Ruta 24.
Desde el Norte:

Tomar Ruta 3 y luego Ruta 24 (acceso norte). A escasos dos kilómetros del Camino Vecinal se encuentra el Camping Balneario Puerto Viejo, que ocupa seis hectáreas y ofrece al visitante parcelas para camping con parrilleros e instalaciones confortables, juegos infantiles, canchas de fútbol y vóleibol, bajada de botes, muelle y la posibilidad realizar paseos fluviales.

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