Publicado en la diaria, martes 28 de mayo de 2013.
Cómo un electrodo
implantado en un nervio puede devolver funciones motoras.
Un
brazo robótico que acerca una botella a la boca de una mujer tetrapléjica
-quien así lo ordena desde
su cerebro, donde está implantado un electrodo- parece una escena de
ciencia-ficción, pero es (o, más bien, será) una realidad gracias a la
neurociencia. La doctora en neurociencia Natalia Lago aclaró que esto es una
solución “futurista” para la vida cotidiana de los lesionados medulares.
Natalia
Lago es española y trabaja desde hace tres años en Uruguay: es investigadora
grado 2 en el Instituto Pasteur. El viernes, en el marco de la Semana de la
Ciencia y la Tecnología, dio la charla “¿Hacia
el hombre biónico?” donde explicó cómo se está trabajando en neurociencia para
que aquellas personas que no controlan parte de su cuerpo o, incluso, perdieron
una extremidad puedan recuperar funciones motoras. Esto será posible gracias al
implante de electrodos regenerativos como interfaz entre nervios lesionados y
prótesis biónicas.
Piensa
y hace
Una
mujer que sufre tetraplejia desde hace unos 20 años se ofreció como voluntaria
para probar este nuevo avance científico. Se le implantó un grupo de electrodos
en la corteza motora, es decir, en la parte del cerebro que se encarga de dar las
órdenes de movimiento. Lago explicó que “mediante mucho entrenamiento se
adquieren registros eléctricos, que son procesados por matemáticos”: lo que esa
mujer debió entrenar es la función, la orden que da desde su cerebro.
Mientras
ella “piensa” que quiere tomar café, un brazo mecánico de casi dos metros
agarra una botella y se la acerca a la boca: la siguiente imagen muestra a la mujer
riéndose, feliz de no haber precisado que alguien la asista.
“Esto
es muy futurista: en la vida real no hay casos”, advierte Lago. Sin embargo,
comenta que de aquí suelen surgir soluciones más fácilmente aplicables. Con otro
caso, Lago dio un ejemplo de lo que se puede hacer y de lo que la ciencia
quiere lograr.
Hoy
en día ya existe la posibilidad de colocar un electrodo en el hombro (a nivel
superficial) para que, cuando la persona lo levante, su prótesis de mano abra o
cierre los dedos y cumpla con la función de agarre. “Hicimos una reunión con pacientes
amputados para preguntarles cuáles eran sus problemas reales y nos dijeron, por
ejemplo, que si hay mucha humedad no pueden usar el electrodo porque se pierden
las conexiones”.
Las
metas de la ciencia
Un
italiano que perdió su mano izquierda en un accidente de tránsito se ofreció
como voluntario y se sometió al implante de electrodos en el nervio medial de
su antebrazo, unos centímetros antes de la amputación. Enfocándose en la función
de agarre, se diseñó una mano robótica que responde a las órdenes del hombre.
Aun sin haberle colocado la prótesis, solamente habiéndola conectado con los
electrodos que están en su nervio medial, el hombre debe lograr que los dedos
se abran y se cierren. El video que proyectó Lago mostraba al italiano
sosteniendo su cabeza con su única mano sana, concentrado, como haciendo un gran
esfuerzo; detrás suyo se ve la mano robótica sobre una mesa, abriendo y
cerrando los dedos. “Cerré los ojos y traté de pensar que mi mano sí existía.
No tienes esa mano, entonces, ¿cómo puedes controlar sus movimientos? Es difícil
de explicar”, narra el hombre. “A nivel mental es muy estresante. Tuve que
concentrarme, necesité silencio y me dije a mí mismo, ‘tú puedes mover los
dedos, sólo hazlo’”.
Lo
que resta es reducir el tamaño de esa mano robótica y lograr que sea menos
pesada para poder implantarla, “que sea más compatible con el cuerpo humano, más
cómoda”.
Pero
la ciencia quiere más. Se está trabajando en la construcción de un guante de
silicona para que, además de cumplir funciones motoras, la persona pueda “sentir”.
Ese guante tendrá sensores para identificar información que proviene del medio
externo. “Uno de los problemas de la mano que existe hoy, sin el guante, es que
no tiene ningún receptor de temperatura ni de dolor. Los detectores de dolor
son un sistema de defensa. Uno de los amputados dejó la mano cerca del fuego y
se echó a perder; estamos hablando de miles y miles de dólares. Si esa mano
tuviese receptores de dolor, eso no sucedería”.
Si
lo que quiere la persona es agarrar un vaso, la orden viaja desde el cerebro a
la mano y la mano agarra el vaso. Los sensores que tendrá el guante de silicona
detectarán diferentes grados de temperatura, el ángulo y el peso de lo que tome:
“Esa información pasará al electrodo que está implantado en el nervio, lo
estimulará y la persona recibirá la información, indicando si el líquido está
caliente o está frío, si el vaso pesa mucho, etcétera”.
La
experta en neurociencia no quiso arriesgar en cuánto tiempo todos estos avances
serán una realidad, mucho menos cuándo serán posibles en Uruguay. “Por ahora es
todo a nivel bastante experimental: gracias a los voluntarios que se prestan a
probar esto, se irán desarrollando las prótesis y los sistemas de interfaz
entre el sistema nervioso y la prótesis biónica”.
Lago
comentó a la diaria que
en algunos países ya se están implantando neuroprótesis de sistemas de simulación
de las raíces sacras, en lesionados medulares que no pueden controlar, por ejemplo,
la micción, la defecación y la eyaculación. “Si tú le preguntas a alguien de 30
años qué quiere recuperar, si quiere volver a caminar o qué, te dice que quiere
recuperar su vida sexual. Entonces, lo que se hace es estimular una parte de la
médula espinal, la raíz sacra, para que la persona logre controlar esas funciones
voluntariamente”.
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