jueves, 3 de enero de 2008

20 años de chancha felicidad

Abril 2007

La fiestita en la Zitarrosa comenzó antes del show. Después de cortar la correspondiente entrada, se le regalaba a cada uno de los “invitados” la tradicional bolsa de sorpresitas que hacía tanto tiempo ninguno de nosotros recibía. Desde un caramelo de miel hasta una entrada a precio promocional para un próximo toque de la banda, pasando por una calcomanía con el logotipo, y un globo con el mismo diseño.
Como si se tratara de pequeños en un cumpleaños, todos inflaron el correspondiente chiche y arrancó una esperable guerrilla entre el público. Tal era la pasión del momento, que quién se animó a explotar un globo que llegó a sus manos, fue abucheado por toda la sala.
Diez minutos pasadas las 21 horas del sábado 31 de marzo, la sala Zitarrosa quedó a oscuras y el público hizo silencio. La expectativa fue mayor cuando el escenario fue iluminado con destellos azules y la música hacía suponer que comenzaría una gran película de Hollywood.
Primero Yanny Ipoliti, luego Alejandro Nari y al final Juan Bervejillo. Batería, bajo y guitarra (y voz) de La Chancha prontos para festejar sus dos décadas de música.
Una seguidilla de tres temas sin cortes dio comienzo al show. Cuentos y cuentas, la cortina del programa del 12, “La púa”; La felicidad te necesita estúpido, título homónimo a su último disco; y Limpio, que reza entre sus versos: “mis manos tan limpias / sólo pueden tocar / volante, billetera, funda de celular”, y concluye, “y mi conciencia limpia”. Los protagonistas de la noche se retiran de escena. Las luces vuelven a apagarse, otra vez un brillo azul enfoca los instrumentos abandonados en el escenario. Por los altavoces una voz que simula borrachera pide atención. Entre risas y susurros, el supuesto ebrio ruega “al respetable público tenga el bien de hacer las partes vocales correspondientes a fin de que esta fiesta no se empañe”. Los fanáticos obedecen, mientras que flamean las clásicas banderas y siguen haciendo pogo, corean: “queríamos ser inteligentes, gente segura de sí misma / el que mejor vive la vida es el que sabe dónde pisar / pero si ya nadie nos toma en serio y si se ríen en nuestra cara / no será que todo el mundo es imbécil, algo nos está saliendo mal / algo nos está saliendo mal”.
Se detiene la música. El vocalista se acerca al micrófono para agradecerle al público; pero a la vez, les roba la esperanza de escuchar las canciones que más le gustan. “Principalmente nos vamos a dar el gusto a nosotros”, y fundamenta: “porque somos terribles hijos de puta”.
La Chancha Francisca nació en 1986 y editó tres discos antes de 1997, cuando se transformó en La Chancha, a secas. Todos queremos ser parte del show es la primera creación de la nueva banda: fue publicado en la web y bajado más de 13.000 veces. Su último disco, La felicidad te necesita estúpido, salió a la calle en 2005 y fue nominado en los Premios Graffiti a mejor álbum, en tanto que la banda estuvo en el rubro de las mejores del año.
La noche también sirvió de promoción al primer DVD de la banda, Rock es, homónimo a una de sus canciones; que incluye parte del recital en el boliche Dos en octubre del año pasado, y también presentaciones en Pachamama, Arteatro, Área Montevideo, el Molino de Pérez y hasta el multitudinario Pilsen Rock. Sin embargo, ninguno de los integrantes hizo mención al trabajo presentado, ni dijo que se estaba vendiendo en el hall de la Zitarrosa. Más bien se encargaron de tocar sus clásicos para su público y algunas “canciones de amor, de esas que te dejan el corazón partido”, como definió el guitarrista.

El liderazgo del cantante en presentaciones en vivo no es un mito. Al menos con La Chancha. Juan improvisa, baila, hace chistes, se saca la camiseta, deja de cantar cuando cree necesario, se ridiculiza; mientras que Yanni y Alejandro siguen el repertorio, sin salirse del esquema ensayado. Las interrupciones en lo que respecta al espectáculo musical, son todas hechas por el vocalista. Hasta se mofa de sí mismo cuando agarra con sus piernas una botella de agua mineral y se le humedece la bermuda. “Me hice pichí”, ríe.
Los dos invitados fueron personajes secundarios en el show, no se destacaron por sus destrezas individuales sino por el acompañamiento musical que le brindaron a la banda. A mitad del espectáculo un saxofonista y luego un batero, acompañaron en el aplauso de los 547 fanáticos que ocuparon el total de las butacas de la Zitarrosa. Lo que se repitió 24 horas más tarde, ya que La Chancha hizo una segunda presentación, debido al lleno total de la sala.
“Gritaré como un idiota en el medio de una hinchada / ‘no matarás’ a menos que sea necesario / ‘no mentirás’ a menos que te venga bien / ‘no robarás’ a menos que compartas algo”, aclara Pan y circo, tema que da nombre a su cuarto disco. Sin más, se dan vuelta y desaparecen de escena.
En un último intento por hacerle creer al público que el show había terminado, las luces se prenden y los asistentes de la banda salen a regalar posters del toque. El pogo se reduce a la mitad de tamaño (pero no a la mitad de personas) porque los fanáticos se abalanzan contra el escenario en busca de ese papel de 56 x 75 centímetros que auspiciaba el evento.
Juan, Yanny y Alejandro regresan para los tan trillados pero tan necesarios agradecimientos. Ahora sí, se van con una nueva sucesión de tres canciones. Inician su despedida con el tema que da nombre a su cuarto disco: “Haciendo lo posible por sobresalir / cruzar la telaraña de la información / con un perfil distinto al de los demás / ser lindo o ser feo no tiene importancia, / la máquina funciona con la novedad. / Por eso apostamos a ser diferentes, porque todos queremos ser parte del show”.
Continúan cantándole a Eliana, una chica que transita De la escuela al hospital. Cierran su gran noche rindiéndole homenaje a la droga que anhelan nunca abandonar: “Santa Mariguana ruega por nosotros, dame tu condena y tu bendición / Santa Mariguana no nos dejes nunca, dame tu remedio y tu perdición”.


Una vez más, el escenario queda deshabitado. El público es quien canta ahora, el feliz cumpleaños para la banda. Vuelven sólo para saludar, de un modo para nada protocolar. El cierre perfecto de la noche lo supo sentenciar el cantante: “No habrán tenido buena música, pero por lo menos se divirtieron”.

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