miércoles, 19 de marzo de 2008

modernos primitivos

publicado en la diaria, 18 de marzo de 2008.
Pieles tuneadas.
Cada vez son más los que hacen convivir en su piel corazones, flores y calaveras. El tatuaje ya no es propiedad exclusiva de marineros o rockeros como lo fue en algún momento. Muy por el contrario, cada vez son más, y más jóvenes, los que quieren llevar en alguna parte del cuerpo esta seña hecha de tinta que promete ser para siempre. Los que viven engalando cuerpos con estos dibujos imborrables, así como para los que los integraron como parte de su estética, no dudan en endilgarles dimensiones artísticas, simbólicas y misteriosas.
“Normalmente uno carga el cuerpo que le toca y se olvida que es visto todo el tiempo. Creo que al hacerse un tatuaje o un piercing, uno elige llamar la atención”, cuenta Ana Solari, escritora y docente de la Universidad ORT. Su primer tatuaje fue un pavo real que en el hombro, a los 39 años de edad. Hoy, con 50, su espalda es “una declaración de principios”. Pero los motivos por los que alguien puede caer en manos de un tatuador son tan variados como los dibujos que uno puede tatuarse. En este sentido existe todo un catálogo de dibujos que van desde los más inocentes y comunes, como los delfines y rosas que se llevan en el hombro o el omóplato, a toda una legión de seres de ultratumba que pueden extenderse por grandes superficies de piel, los decorativos tribales, aztecas, letras japonesas, y un interminable etcétera sin olvidar los tatuajes "de autor".
Si unos se tatúan para llamar la atención, habrá otros que sentirán la necesidad de decirle al mundo "amo a Shirley". Unos se tatuarán por pura superstición, como los marineros que se delinean un ancla en el entendido que eso les impedirá quedar a la deriva. Otros lo verán como una manera de darse un gusto, de tener siempre presente alguna consigna secreta. También habrá quien quiera llevar consigo un dibujo único, un símbolo que cuente una historia personal, o simplemente entienda que esos trazos borrables (como los hechos con henna) o imborrables son bellos. Hay mujeres que se tatúan cuando se divorcian "para tener algo que el ex marido no hubiera visto nunca". En todos los casos -siempre y cuando no existan arrepentimientos- existe una "voluntad de permanencia".
En la antigüedad hubo quienes los llevaron como adorno, quienes los aprovecharon para intimidar al enemigo y quienes se sintieron fascinados e incluso asustados ante su exotismo. En ese sentido cabe recordar a Dagoo, el personaje creado por Melville en Moby Dick. Para los maoríes eran un pasaporte seguro al más allá. En algunas culturas eran símbolo de madurez, valentía y hacían referencia a un ritual de pasaje resultado de sesiones largas y dolorosas. Estos indelebles dibujos de tinta también fueron utilizados para estigmatizar a quien los llevara. Hace sólo unas décadas, los nazis los usaron para identificar a sus prisioneros.
En general responden a una decisión personal, aunque a veces puedan tener un significado compartido, como cuando una madre y una hija se tatúan el mismo diseño. Se busca la mirada ajena, a veces escondiendo bajo la ropa el significado de una letra china por ejemplo (de los más pedidos hoy en día), que pocos conocen y muchos llevan en el cuerpo.

Hecha la Ley

Los tatuadores que se dedican a cultivar este arte corporal tienen las agendas repletas. Tanto se extendió el gusto por el tatuaje que hubo que crear una reglamentación para mantener alejados de las agujas a los menores de edad. A saber, desde junio de 2004 adolescentes de edades entre los 15 y 17 años de edad precisan autorización de sus padres y/o tutores y, aunque la tengan, tienen prohibido tatuarse en cara, cuello, antebrazos, manos y genitales.
Más recientemente fueron los propios artistas los que impulsaron un decreto para registrar sus locales en el Ministerio de Salud Pública (MSP) y contar con sitios de trabajo debidamente habilitados, algo que no sólo le brinda seguridad al usuario sino que elimina la competencia desleal ya que asegura que el local cuenta con determinadas condiciones de bioseguridad que no todos mantienen.
Desde diciembre del 2007, se registraron media docena (gratis, vale aclarar): cinco de Montevideo y uno de Maldonado. "Hay otros realizando el trámite en el interior del país", dijo Carmen Ciganda, directora de la División de Salud Ambiental del MSP, que se mostró positiva ante la cifra: “Nos parece bastante importante, dado que se maneja un total de 20 tatuadores”, agregó.
Recientemente, un equipo de inspectores salió a recorrer 18 de Julio sin identificarse para tener una idea de la situación: “Encontramos varios lugares que no corresponden a quienes están registrados, e incluso nos llamó la atención que algunos exhiben papeles de supuesta autorización del MSP”, dijo Ciganda aludiendo a certificados falsos. Aclaró que no multarán porque están tras el registro de los tatuadores y la habilitación de los locales, no de la clausura ni otras sanciones. Desde la semana pasada el MSP realiza inspecciones mostrando sus identificaciones, con el fin de informar a los tatuadores que no están registrados.

Dar el sí

La técnica de tatuar no se ha modificado mucho a través de los años, sigue consistiendo en introducir tinta en la piel; sí varió el instrumental que antiguamente consistía en maderas, huesos y dientes de tiburón. En 1891 Samuel O’Reilly inventó la primer máquina de tatuar eléctrica.
Damián Magliano está al frente de Rino Tatoo, un local ubicado en Galería Libertad. Tiene 28 años y tatúa desde los 14. “Un tatuaje es una herida bien hecha en la piel que se llena con tinta”, define. Allí la sesión de dos horas y media cuesta $1.000.
Los dibujos personalizados son la especialidad de Eduardo Sasía (36) del local Evolución. Los precios van de los $500 en adelante, pero dependen de lo complejo que sea el diseño y del trabajo que lleve idearlo. Gabriel Callico (31) es otro tatuador que realiza "tatuajes verdaderos": “ese que la persona realmente necesita”. Como ejemplo que alcanza para demostrar su compromiso con el arte, afirma que por principios no tatúa escudos de fútbol.
“La gente cada vez se tatúa más, y gente más grande: yo tengo una clienta cincuentona que tiene cinco tatuajes hechos por mí”, dijo Andrés Pagano, de 27 años, que abrió Tano Tattoo hace cinco años. Los precios van desde los $400 hasta los $1.500, dependiendo del tamaño y la dificultad del diseño. “Por suerte cada vez hay menos tabú, la gente ya no te mira mal, ya no existe el estereotipo de que el tatuado tiene el pelo largo, anda en moto y usa campera de cuero”, agregó.
Hasta el casamiento se puede disolver, un tatuaje cuesta. Primero, es caro. Segundo, no es fácil. El doctor Alberto Elbaum incorporó en 1999 tecnología de luz pulsada intensa, que no es láser, aclara. El tratamiento dura casi un año y consta de entre 8 y 12 sesiones, de entre 30 y 45 minutos cada una. El precio dependerá del tamaño del dibujo, pero para tener una idea, cuesta “diez veces más” de lo que salió el bendito tatuaje. “Es una tecnología poco invasiva, con resultados alentadores, pero no muy buenos en todos los casos. Nunca desaparecen un cien por ciento, siempre queda un pequeño velo o sombra o la piel queda con un cambio de color”, dijo Elbaum que atiende por ese tema unos doce tatuados arrepentidos.
Un par de curiosidades que provienen de la vecina orilla: hace un par de semanas Buenos Aires eligió su reina del tatuaje al cierre de la 4ta. Convención Nacional de Tatuajes. La ganadora se llama Eugenia Rindell, es esposa de un tatuador y dijo que todos los dibujos en su piel tienen un significado. Durante la Convención estuvo presente "El Mago", el hombre más tatuado de Argentina al que sólo le falta tatuarse las plantas de los pies, según informaron distintos medios de prensa de la vecina orilla. "El Mago" dice que es inmortal, y una vez muerto piensa entregar su cuerpo al Museo de la Plata.

Historias escritas en la piel
La escritora y poeta estadounidense Sylvia Plath realizó un notable relato sobre el arte del tatuaje en su libro Johnny Panic y la Biblia de los sueños. Robert Louis Stevenson escribió sobre estos sutiles dibujos en su libro En los mares del Sur; allí menciona que “nada adorna con mayor magnificencia a un hombre bello. Es posible que al principio haga sufrir un poco, pero dudo que a la larga resulte tan penoso, y en todo caso resulta más apropiado que la innoble costumbre que tienen las mujeres europeas de apretarse la cintura”.
Truman Capote, el legendario autor de A sangre fría, dio cuenta de los “emblemas tatuados: exuberantes dragones, ovillados crisantemos, serpientes desenroscadas” que llevaba en el pecho uno de los asesinos que inspiró su libro, Robert Beausoleil. También dijo que el único denominador común que tenían los centenares de hombres condenados por homicidio con los que había hablado eran los inocentes tatuajes.
Tal vez el relato más conocido sea el de Ray Bradbury que escribió sobre un vagabundo lleno de tatuajes que cobraban vida y contaban historias. Hablar sin palabras, de eso se enamoró Ana Solari en su primera adolescencia, pero tuvo que esperar para marcar su cuerpo: cuando tenía 16 años no era una opción saludable hacerse un tattoo. Hace unos meses estuvo en China y visitó un templo taoísta: “Un monje me miraba y sonreía. Se remangó y también tenía un tatuaje”. Ella, entre otras cosas, lleva un texto en chino en su espalda. “No hablamos una sola palabra. Fue como un instante de una comunicación tremendamente profunda de dos seres humanos en un contexto casi marciano”.
---------
Una visión social: Rafael Bayce

-¿Qué significa dejarse una marca en la piel, para toda la vida?
-Es adornarse para sí mismo y para otros de un modo mucho más radical que con una prenda de ropa. Su mayor permanencia en el día y en el tiempo quiere mostrarse a sí y ante los otros, el fuerte compromiso con algún valor, expresable en palabras, nombres, imágenes, personas. Es un rasgo neosalvaje de una sociedad posmoderna que, a diferencia de la moderna, que abjuraba de lo salvaje en nombre de la civilización y el progreso, acepta la neotribalidad del tatuaje, muy importante como marca de estatus y parentesco en ellas. Los posmo resignifican el tatuaje de ese modo. Además, lo que sufren, los riesgos sanitarios que asumen, y cómo enfrentan con todo eso a los modernos antecesores, explica su éxito como símbolo generacional distintivo.

-¿Cuándo y cómo se transformó en moda?
-Justamente cuando fue visualizado como símbolo generacional distintivo a partir del éxito e imitación intrageneracionales y el rechazo extrageneracional, de lo que resultó su éxito. Sí a lo salvaje resignificado, sí al riesgo sanitario y al sufrimiento para expresar sentimientos y valores. También esa adopción generacional lo convirtió en moda entre aquéllos para quienes no es más que un adorno aggiornado, sin la profundidad de significado de los precursores de ese neotatuaje posmoderno.

-¿Cómo se leen los tatuajes del tipo "Mamá te amo" que suelen llevar personas que estuvieron privadas de libertad?
-Aquí tenemos una nueva significación profunda, diversa del mero tatuaje por moda, más semejante a la de los precursores neosalvajes posmos. La carencia emocional característica de los privados de libertad deposita muchas de sus esperanzas de visita y de protección en las madres, a las cuales también homenajean por los disgustos que las han acarreado al estar allí y, quizá también, por haber hecho lo que hicieron; y obligarles a pasar por diversos calvarios a causa de ellos. Además, en lugares donde tienen que posar o ser duros, hacen catarsis de esa violencia y esas actitudes obligadas, expresando nostalgia por lo contrario a lo que tiene que vivir, o sea la paradigmática emocionalidad, protección y afectividad que deben secundarizarse para sobrevivir y hacerse respetar en las prisiones.

-¿Ha evolucionado la sanción social?
-Sí, ha cambiado. Ya no se piensa que un tatuado es un 'raro', especialmente cuando ya se volvió moda. Así es que aparecen los 'multitatuados', los nuevos radicales, cuando el tatuaje se aceptó y se volvió moda. El piercing es un tatuaje más radical, también, aunque también se volvió, en cierta medida, moda.
---------

Aunque hacía mucho calor, el Hombre Ilustrado llevaba una camisa de lana, cerrada hasta el cuello.
-¿Qué le pasa? –le pregunté.
El hombre me respondió desabotonándose lentamente el cuello apretado. -Es curioso –dijo -. No se las siente, pero están ahí. No dejo de pensar que algún día miraré y ya no estarán.
El Hombre Ilustrado volvió hacia mí la cabeza mostrándome el pecho.
-¿Están todavía ahí? –me preguntó.
Durante unos instantes no respiré.
-Sí –dije-, están todavía ahí.
Las ilustraciones.
-Todo el mundo quiere ver las imágenes, y sin embargo, nadie quiere verlas.

Ray Bradbury, “El Hombre Ilustrado” (1951)

No hay comentarios: