miércoles, 15 de diciembre de 2010

Bioarquitectura: con las manos embarradas

Publicado en la revista Sala de Espera, diciembre de 2010.
El adobe, noble y al alcance de la mano, gana adeptos en un mundo cada vez más atento a la sustentabilidad. La Arquitectura en Tierra no es ninguna novedad: hace varios siglos que es utilizada por distintas culturas, mientras que en Uruguay hay unas 200 casas de barro. Desde Escocia hasta China e India, pasando por México, Perú y también en nuestro país, la Arquitectura en Tierra es empleada como técnica de construcción desde hace miles de años.

Luego de décadas en desuso, esta técnica comenzó a rescatarse en Europa en los años setenta. En ese momento había una crisis energética mundial, por lo que el aporte a la sustentabilidad desde la construcción era la mayor virtud de la Arquitectura en Tierra.

En nuestro país, esta técnica no representa “ni una excentricidad ni la solución a una situación de precariedad económica”, se lee en el libro “Arquitectura con tierra en Uruguay”, de Alejandro Ferreiro.

La arquitecta Rosario Etchebarne es profesora grado 4 de la Universidad de la República, investigadora de la temática y coordinadora del estudio de arquitectura Tierra al Sur, donde se diseñan y construyen casas de tierra. “Se trata de una alternativa para dar solución a la vivienda popular ya que los sistemas son aptos para realizar autoconstrucción asistida”, definió.

Rosario Etchebarne se interesó en esta técnica cuando viajó a Salto a colaborar en la construcción de viviendas de Mevir (Comisión Honoraria Pro Erradicación de la Vivienda Rural Insalubre) y vio cómo “demolían y desprestigiaban las casas de tierra, construidas por la gente de generación en generación”.

Ese es otro de los beneficios: se trata de casas que pueden ser construidas por sus futuros habitantes, lo que resulta en una mayor conexión con la vivienda.

Puntualmente en nuestro país, esta técnica de construcción existe desde la época colonial: fue traída por los inmigrantes españoles y portugueses.

El antropólogo Daniel Vidart reseñó que las técnicas más usadas eran el terrón, el adobe y la fajina como materiales para levantar los muros, los techos de quincho y pisos de tierra extraída de nidos de hormigas cupí. En su libro “La vida rural uruguaya”, indica que la Arquitectura en Tierra fue menos frecuente a principios del siglo XX, “a impulso de la erradicación de la vivienda insalubre rural y de su sustitución por materiales con mayor grado de industrialización”.

Como disciplina académica, hoy en día aún no constituye una materia ni un taller dentro del programa de Facultad de Arquitectura. Solamente se dictan cursos, enmarcados en la asignatura Construcción II. “Aún no hay una carrera de arquitecto bioconstructor”, lamentó Etchebarne. A pesar de que no existe una formación académica específica, ya se contabilizaron más de 100 casas hechas por arquitectos y albañiles especializados, y otras 100, realizadas por autoconstructores.

A eso, se le suma el confort térmico. “Las paredes de tierra -sean de adobe, de terrón, de tapial o de paneles de fajina- tienen mucha aislación térmica e inercia térmica, es decir, retrasan el pasaje de calor”, destacó la arquitecta.

Se trata de “casas saludables” ya que controlan la humedad y evitan las condensaciones.

Por otra parte, “no está bien decir que una casa de tierra es más económica”, aclaró. Si una casa de hormigón y ladrillo cuesta 900 dólares por metro cuadrado, para igual o mayor nivel de confort térmico, una casa de tierra de buena calidad puede costar 700 dólares por metro cuadrado, precisó. “No es mucho más económica. La ventaja económica radica en que consumimos menos combustible no renovable para lograr el confort térmico”.

Esto se potencia en Uruguay. “Para nuestro clima de lluvias intensas, mucho calor en verano y mucho frío en invierno, es necesario diseñar con buenas botas (zócalos de piedra o revoque) y buen sombrero (techo con aleros). Si contamos con aleros generosos, los revoques de tierra permitirán una ventilación y respiración adecuada de los ambientes interiores”, explica el sitio Tierra al Sur. El resultado: espacios frescos en verano y cálidos en invierno.

Fuentes:

www.tierraalsur.com

Arq. Rosario Etchebarne

Arquitectura con tierra en Uruguay, de Alejando Ferreriro, de editorial propia.



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