sábado, 21 de abril de 2012

Periodismo entre redes

Columna de opinión publicada en el portal In situ, en abril de 2012.

La costumbre de los medios de usar información personal, con dudoso interés periodístico, es cada vez más frecuente. Las fuentes, esas que nos enseñaron que hay que cultivar, cuidar, ganarnos su confianza y, sobre todas las cosas, respetar, ahora se limitan a “lo que se dice” en las redes sociales. ¿Desde cuándo es noticia que se creó un grupo en Facebook? ¿Acaso el limitadísimo universo que conforman algunos centenares de amigos que tiene un periodista refleja una postura de la sociedad, o representa algo siquiera? O peor: ¿nadie se pregunta si esa información es privada, si es personal, si puede usarse o, al menos, si correspondería pedir permiso para publicarla en un medio de comunicación masivo?

Un hombre mató a golpes a su ex esposa delante de su hija de 11 años y su hermana mayor -de 14- tuvo la (¿mala?) idea de escribir en Facebook lo que sentía. Varios medios copiaron y pegaron ese texto en sus portales de noticias. Como si fuera poco, lo acompañaron de una fotografía también tomada del Facebook de la adolescente,  donde borraron el rostro de la jovencita.

Pregunta. En el momento en que el periodista o el editor advirtieron que no podían mostrar la cara de la menor, ¿a ninguno se le ocurrió que quizá tampoco “podían”, que no “debían”, publicar ese texto?

La respuesta -la defensa- puede ser breve y simple: “lo publicó en Facebook, quería que lo leyeran”.

Otra pregunta. ¿Acaso todo lo que allí se dice es público? ¿Acaso es de interés periodístico o es simple morbo?

Era lo más fácil. Es mucho más rápido y económico compartir ese texto bajo la sección Policiales que pedirle a un periodista que haga algunas llamadas e intente averiguar qué falló para que se diera este desenlace, dado que el hombre había sido denunciado varias veces.
Al día siguiente de que se conociera el fallo judicial que procesó al agresor por homicidio especialmente agravado, una periodista compartía con sus seguidores de Twitter “el nombre del hijo de puta”: Roberto Timbal. Detalle: Timbal no era “el hijo de puta”, sino que era el juez de la causa. Alguien corrigió el error y todo siguió, como si nada.

Todo rápido, todo efímero. ¿Algún medio siguió este caso? ¿O se limitaron a informar los hechos más crudos y a mostrar la fachada de la casa donde vivía la mujer con sus tres hijos? Nadie agregó datos nuevos, nadie ayudó a comprender. Pasaron pocos días para que esta noticia perdiera importancia, ya que otro caso policial sacudió a las redacciones periodísticas. Daiana Martínez, de 13 años, fue violada y asesinada en la localidad de Lorenzo Geyres, departamento de Paysandú. Los medios, de nuevo, publicaron fotos de la casa de uno de los asesinos, dieron información sobre ellos e incluso sobre sus familiares. Como si importara.

Hace un mes, el caso de los enfermeros llamó la atención a medios de todo el mundo. La mejor idea que se le ocurrió a la prensa fue hurgar en los perfiles de Facebook de los involucrados e incluir en sus notas que uno de ellos practica la religión umbandista. Además, un portal de noticias publicó el auto de procesamiento sin ningún reparo y divulgó los nombres de todos los testigos que declararon en el caso, exponiéndolos a posibles represalias.
Pareciera que estamos todos apurados por “informar”. ¿No será más importante preocuparnos por informar mejor?


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