lunes, 23 de septiembre de 2013

De la cabeza

(Aclaración: esto no pretende ser un análisis ni una nota.)  

Los hinchas festejan. Después de tanto gritar, de pedir que los jugadores toquen, de agarrarse la cabeza ante increíbles goles errados, después de una etapa que quedó atrás; ahora los hinchas celebran, se abrazan, gritan, aplauden tanto que las palmas de las manos quedan rojas. Se ríen y algunos se emocionan por ver de nuevo a un Danubio que, de nuevo, quiere más.
Los veo por la tele, mientras escucho al relator y al comentarista hablar de la derrota de Peñarol y no de la victoria de Danubio. No demoro en arrepentirme de no haber ido.
Ya terminado el partido, los hinchas siguen alentando y yo recuerdo la pisada de Emiliano Velázquez en el área chica. No es para cualquiera, mucho menos en un fútbol donde se acostumbran los pelotazos groseros con tal de alejar el balón del arco.
El pibe quiere y quiere. Luego de un cabezazo con un rival, dijo que no veía bien y, lejos de estar preocupado por su vista, se lo vio enojado cuando el técnico lo sacó de la cancha.
Nachito González logró enloquecer a quienes tenían que quitarle la pelota; el Bolita Lima hizo retumbar el travesaño (a falta de una, dos veces); Líber Quiñones no se cansó de buscar el tanto y Jonatan Álvez, ante el mismo objetivo, recibiendo todas las patadas que surgen cuando un cuadro chico incomoda a un grande; Jadson Viera seguía despejando, custodiando el arco de Salvador Ichazo, quien no dejó de volar para evitar goles. Y cuando llegó el tanto de Peñarol, Danubio quiso más.
Fabricio Formiliano, quien había entrado ante la lesión de Velázquez, volvió a jugar al fútbol después de cinco meses y una fractura. Y volvió con gol, luego de un tiro libre del Bolita Lima.
La hinchada no había terminado de festejar el empate cuando Nachito González dio un pase perfecto, que Horacio Sequeira —este sí que es pibe: aún no cumplió los 18— no desperdició. Metió la cabeza y, de nuevo, gol de Danubio que dio vuelta y controló el partido en menos de cinco minutos.
Ese fue el primer gol de Sequeira en Primera División: en el Estadio Centenario, contra un grande, dando vuelta el partido y dejando a su equipo en la punta, solito. ¿Qué más puede pedir?
Misma pregunta para el hincha: ¿qué más pedir? Ya no se escucha más —ni de otros hinchas, ni de rivales, ni de periodistas— que “Danubio se va a la B”. El hincha sabía que no, que Danubio quiere y puede mucho más.

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