(Aclaración: esto no pretende ser un análisis ni una nota.)
Los hinchas festejan.
Después de tanto gritar, de pedir que los jugadores toquen, de agarrarse la
cabeza ante increíbles goles errados, después de una etapa que quedó atrás;
ahora los hinchas celebran, se abrazan, gritan, aplauden tanto que las palmas
de las manos quedan rojas. Se ríen y algunos se emocionan por ver de nuevo a un
Danubio que, de nuevo, quiere más.
Los veo por la tele,
mientras escucho al relator y al comentarista hablar de la derrota de Peñarol y
no de la victoria de Danubio. No demoro en arrepentirme de no haber ido.
Ya terminado el
partido, los hinchas siguen alentando y yo recuerdo la pisada de Emiliano
Velázquez en el área chica. No es para cualquiera, mucho menos en un fútbol
donde se acostumbran los pelotazos groseros con tal de alejar el balón del
arco.
El pibe quiere y
quiere. Luego de un cabezazo con un rival, dijo que no veía bien y, lejos de
estar preocupado por su vista, se lo vio enojado cuando el técnico lo sacó de
la cancha.
Nachito González
logró enloquecer a quienes tenían que quitarle la pelota; el Bolita Lima hizo
retumbar el travesaño (a falta de una, dos veces); Líber Quiñones no se cansó
de buscar el tanto y Jonatan Álvez, ante el mismo objetivo, recibiendo todas
las patadas que surgen cuando un cuadro chico incomoda a un grande; Jadson
Viera seguía despejando, custodiando el arco de Salvador Ichazo, quien no dejó
de volar para evitar goles. Y cuando llegó el tanto de Peñarol, Danubio quiso
más.
Fabricio Formiliano,
quien había entrado ante la lesión de Velázquez, volvió a jugar al fútbol
después de cinco meses y una fractura. Y volvió con gol, luego de un tiro libre
del Bolita Lima.
La hinchada no había
terminado de festejar el empate cuando Nachito González dio un pase perfecto,
que Horacio Sequeira —este sí que es pibe: aún no cumplió los 18— no
desperdició. Metió la cabeza y, de nuevo, gol de Danubio que dio vuelta y
controló el partido en menos de cinco minutos.
Ese fue el primer gol
de Sequeira en Primera División: en el Estadio Centenario, contra un grande,
dando vuelta el partido y dejando a su equipo en la punta, solito. ¿Qué más
puede pedir?
Misma pregunta para el hincha: ¿qué más pedir? Ya no se escucha más —ni de otros hinchas, ni de rivales, ni de periodistas— que “Danubio se va a la B”. El hincha sabía que no, que Danubio quiere y puede mucho más.
Misma pregunta para el hincha: ¿qué más pedir? Ya no se escucha más —ni de otros hinchas, ni de rivales, ni de periodistas— que “Danubio se va a la B”. El hincha sabía que no, que Danubio quiere y puede mucho más.
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