Publicado en la diaria, el 2 de setiembre de 2013.
A casi 100 años de
la separación de Iglesia y Estado: El Uruguay laico.
Cuando
Gerardo Caetano presentó su libro El Uruguay
laico —del que es compilador— en el Centro
Cultural
de España, empezó con una afirmación: “La laicidad que se da en Uruguay no es
nada común”. El politólogo e historiador sostuvo que el modelo de laicidad del
país es “radical”, lo que resulta curioso porque tiene una matriz francesa –esto
implica una separación marcada entre lo político y lo religioso, así como un
afincamiento de lo religioso en la vida privada– y, dijo, ni siquiera en Francia
se da con tanta vehemencia. “Acá hace más de 100 años que se retiraron los
crucifijos de los hospitales públicos”, ejemplificó. “Genera controversia que
una persona con una representación pública haga alguna alusión religiosa”,
dijo. Caetano indicó que, al mismo tiempo que lo religioso se daba en la vida
privada y no en la pública, en los espacios comunes hubo “una suerte de
manifestación de valores alternativos”, ya que “frente a la moral católica tradicional
había que afirmar una moral distinta, la moral laica. Esto no suponía una
cultura sin moral, sino una moral con valores alternativos”.
De
todas formas, Caetano recordó que los batllistas decían que su movimiento “era
un franciscanismo sin fe” o “un cristianismo sin Dios”. Esa moral laica
alternativa que promulgaba el batllismo se veía en planteos que no prosperaron
pero que intentaron abrirse camino propio.
Por
ejemplo, los batllistas sugirieron uniformizar los féretros, con lo que se
buscaba la eliminación de las cruces. También se quiso prohibir la función
docente a quienes hubieran contraído votos de castidad, es decir, a los curas y
a las monjas.
Nuevas
identidades
“¿En
qué creen los que no creen?”, le preguntó hace varios años Jorge Traverso a
Tabaré Vázquez. “¿Quién le dijo a usted que yo no creo?”, retrucó el político. “Hay
días que creo tanto, tanto; y días que no creo nada, nada; y hay días que
quiero creer, yhay días que odio la creencia...”. En esa definición, a decir de
Caetano, “entraron todos”: los que creen, los que no, los que querrían creer y
los que no. “En algún sentido, ésa es la mejor definición de las identidades religiosas
en el mundo contemporáneo: identidades light,
cuya premisa es creer sin pertenecer, ser un poco de muchas cosas pero nada en
términos de demasiado compromiso”.
En
el Uruguay de hoy, explica Caetano, hay una disponibilidad importante de
creencia religiosa: más de 80% de los ciudadanos dicen creer en Dios. “Uruguay
participa de este nuevo modelo de creencia que define las nuevas identidades
religiosas”, sostiene el historiador. “Son identidades light,
soft, identidades intercambiables: se puede
ser católico pero ir a un templo evangelista, asistir a la celebración de
Iemanjá y tener la cuota new age de
esta nebulosa esotérica contemporánea, además de tener el toque justo de agnosticismo
y, por momentos, de ateísmo”.
El
historiador hizo mención a episodios de la escena política actual que, dijo,
hace 100 años hubiesen motivado un juicio político o, al menos, hubiesen
generado un escándalo. “Hubiera sido un escándalo que sobre 18 de Julio tuviéramos
una catedral evangelista cuya construcción costó 15 millones de dólares. O que
la presencia de los programas religiosos fuese tan fuerte en el espacio público
de los medios de comunicación”. También recordó cuando Luis Alberto Lacalle dijo
haber llegado al balotaje “por la providencia”, a lo que José Mujica respondía:
“No es changa esto de luchar contra el candidato de Dios”. También recordó que,
en las últimas elecciones, el Espacio 609 tuvo entre sus listas a la 777, del
Movimiento Atabaque, con la mãe Susana
Andrade. Y que el Partido Nacional, en la lista encabezada por Ruperto Long,
reunía a “herederos de la secta Moon, pastores evangelistas y a una figura que
también expresa el cambio de los tiempos, Olivero
Troise”.
“La
pregunta es cómo Uruguay puede resolver, no sólo en clave institucional, sino
cultural y moral, esta discusión sobre esta nueva vinculación entre política y
religión, sin caer en extremos no queridos”, sostuvo. “En Uruguay solemos tener
revoluciones silenciosas”, resumió Caetano. “En las últimas décadas se
advierten movimientos importantes: si bien la matriz de laicidad sobrevive
(sobrevive en el marco de un debate, de una transformación), hay revisiones muy
inesperadas.
Esto
tiene que ver con la rediscusión, que avanza, sobre un nuevo modelo de
laicidad: un nuevo modelo que afirma la laicidad no como el no reconocimiento,
sino como el reconocimiento de la diversidad”.
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