Publicado en la diaria, jueves 9 de mayo del 2013.
Recién en 2050 los
uruguayos seremos cuatro millones y, diez años antes de eso, habrá más viejos
que niños. Más veteranos y menos nacimientos, menos matrimonios y
más uniones libres (y, por ende, nuevos conceptos de familia), más inmigrantes
latinoamericanos, menos gente en el campo y más en la franja costera. Sin
grandísimas novedades, el Censo 2011 confirmó tendencias y reveló algunos datos
que sirven para que la academia siga haciéndose preguntas.
El martes se
presentó Detrás de los tres millones. La
población uruguaya luego del Censo 2011, que reúne artículos de nueve
investigadores publicados en el semanario Brecha
durante 2012. De distribución gratuita, es una publicación del Programa de
Población de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la
República.
La contratapa
del libro plantea algunas preguntas en tono fatalista: “¿es cierto que si no tenemos
más hijos podemos desaparecer?, ¿están realmente retornando oleadas de
uruguayos o son casos aislados?, ¿qué pasa si el campo se queda definitivamente
sin gente?, ¿acaso ninguna pareja pasará nunca más por el Registro Civil?”. Se
enfatiza que no hay respuestas únicas.
Un dato no
muy novedoso es que la población está cada vez más envejecida. Se habla de
población envejecida cuando más del 10% se encuentra en avanzada (más de 59 o
64 años, según el manual). Uruguay llegó a ese umbral hace más de tres décadas
y “pareciera que nos cuesta aceptar que se trata de una característica de la
sociedad uruguaya, de un dato de la realidad nacional. En cambio, se lo
interpreta como un destino maldito del que Uruguay no consigue liberarse”.
Hoy en día,
con más de 14% de la población en edad avanzada, no se visualiza que esto se
revierta a no ser que “ocurra un acontecimiento totalmente inesperado, como un baby boom, una llegada masiva de jóvenes
extranjeros, una catástrofe natural o una epidemia fuertemente concentrada en los
adultos mayores”.
Un dato que
definitivamente llama la atención es que, para 2040, se estima que habrá más
personas mayores de 64 años que menores de 14.
Nacen menos
Para los
investigadores es “muy poco sensato” promover ideas como la de “un Uruguay de
diez millones”. Este siglo es el del envejecimiento: si bien la población
mundialmente es joven, envejece rápidamente más que nada por el descenso de la
natalidad.
En Uruguay,
la tasa de fecundidad se redujo a dos hijos por mujer y el umbral necesario para
el reemplazo de población es de 2,1. Para que haya un declive poblacional la
tasa debería caer mucho más, aclaran los investigadores, quienes agregan que
eso no sucederá a corto plazo.
Entre el
censo de 1996 y el último, la “paridez”, el número de hijos acumulado por el
promedio de las mujeres a cierta edad, descendió en todas las franjas etarias.
Mientras que en 1996 las mujeres de entre 30 y 34 tenían en promedio dos hijos,
hoy tienen 1,5. Contrariamente a lo que se suele escuchar, la fecundidad adolescente
no aumentó significativamente.
De todas partes vienen
La mayor
cantidad de inmigrantes en Uruguay es de origen argentino y les siguen los
brasileños. Paraguayos y peruanos pasaron de ser 1,6% y 0,6% en 1996 a 2,6% y
3,7% en 2011.
Respecto de
la migración interna, 13 departamentos decrecieron en su población respecto de
2004 y solamente en Maldonado, Canelones, San José, Colonia, Salto y Río Negro
aumentó la cantidad de habitantes.
Los
movimientos internos se deben esencialmente a las desigualdades socioeconómicas
entre las zonas geográficas. En este sentido, Maldonado y Canelones son los que
más reciben población, mientras que Artigas es el que más expulsa.
Que en
Montevideo el saldo neto sea de expulsión no es nuevo: en 1996 se registró por
primera vez un crecimiento negativo, cuando hubo una fuerte emigración
capitalina hacia localidades del área metropolitana, en particular la Ciudad de
la Costa (según el último censo viven allí 112.000 personas).
Históricamente,
Uruguay es el país latinoamericano con menos proporción de su población
residiendo en áreas rurales, hecho que se confirma con los últimos datos. La
población rural registró un nuevo descenso pasando de 8,2% en 2004 a 5,3% en
2011.
Por eso, si alguien se junta
Si bien la
mayoría de las parejas están casadas (63%), si se observa a las jóvenes (de
hasta 29 años), la unión libre predomina, llegando a 80%.
Este censo
fue el primero que registró a las parejas del mismo sexo viviendo juntas. Esa
proporción alcanzó 0,3% del total. El estigma que antes caía sobre quienes
convivían “ilegítimamente” parece desplazarse hacia quienes todavía prefieren
el matrimonio, que comienza a ser visto como un trámite innecesario o como una
institución obsoleta y que, en cualquier caso, requiere una justificación (a
veces un proyecto migratorio, a veces la llegada de un hijo, otras, sólo la
excusa para festejar)”.
Lo que hay
detrás de este dato es objeto de discusión, indica el demógrafo Ignacio Pardo.
“Se suele hablar de ‘desinstitucionalización’ y de relaciones más inciertas, en
el contexto de mayor equidad entre hombres y mujeres. Por cierto que hay un
cambio en las sensibilidades: formalizar la unión, con la idea de que será para
toda la vida, no es una opción hegemónica para las nuevas generaciones”.
Los divorcios
aumentaron, la fecundidad se redujo, las parejas retrasan la llegada de los
hijos; aumentaron los niños nacidos fuera del matrimonio y la cantidad de gente
viviendo sola. Todo esto da como resultado “un sistema familiar más complejo”,
además de “situaciones de vulnerabilidad que el país precisa atender”.
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