miércoles, 13 de julio de 2011

Ricardo Darín: un contador de cuentos

Publicado en Sala de Espera, en julio de 2011.
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Le interesa ser fiel a las historias, narrarlas de una manera limpia. Luego de enamorarse del guión, evalúa qué tanto le entusiasma el personaje que le toca, o el director que encabeza el proyecto. Mucho talento sumado a un poco de suerte, dieron como resultado que se convirtiera en el actor más interesante del país vecino, reconocido a nivel mundial. Luego del estreno de su última película, Ricardo Darín conversó con Sala de Espera.

Un cuento chino llenó salas y no debería sorprender: últimamente, Darín está acostumbrado a los éxitos. Despegó con Nueve Reinas y El hijo de la novia y, a partir de allí, su carrera casi no tuvo puntos bajos.
Esta última película tiene una trama sencilla, pero no por eso poco interesante: un chino que no sabe español viaja a Argentina en busca de su -tapo- (tío) y se encuentra con Roberto (personaje que encarna Darín a la perfección), quien -a pesar de su mal genio y de ser un tipo poco sociable- termina alojándolo en su casa. “Hay quienes ven sólo una comedia divertida, entretenida, bien construida y, según he leído, bien interpretada. Hay otros que logran ver una sátira sobre la intolerancia y el desinterés aparentemente dominantes en el mundo”, reflexiona el protagonista. “He escuchado tantas interpretaciones que, honestamente, no me atrevo a inclinarme por ninguna, porque ese es uno de los grandes derechos que tenemos los espectadores: ver, interpretar y sentir lo que queremos”.

Un juego con suerte, más mucho talento

Hijo de actores, empezó su carrera de muy chiquito, como un juego. “Me parece que no dejé de jugar nunca, como hasta ahora”. Pero ese juego se nutrió de otras cosas: preparación, talento, un poco de suerte. “Yo he sido muy afortunado, siempre me han brindado oportunidades. Cuando hablo de suerte, hablo de las oportunidades que se me han dado. Tengo que reconocer y admitir que no es frecuente. Es decir, a la gente no se le otorgan tantas oportunidades. Creo que todos tenemos dones o capacidades, en algunos casos ocultas, en otros casos evidentes. En igualdad de posibilidades originales -cosa que no ocurre porque el mundo es bastante mezquino-, creo que todos podrían tener la oportunidad de desarrollar distintos talentos o posibilidades”.
“Esto no significa que yo no tuve nada que ver”, aclara. “No pretendo hacer una declaración de falsa modestia. He tratado de estar a la altura de las circunstancias y me he preparado, he trabajado durísimo durante muchísimo tiempo; pero mucha otra gente también lo hace y no con tanta fortuna”.
En este contexto, le quita peso al Oscar recibido por la película que protagonizó en 2009, El secreto de sus ojos, dirigida por Juan José Campanella. “Pudo influir en el afuera, en la consideración de los demás. Sabemos que es un premio de gran renombre y la dimensión que se le otorga, en algunos casos exagerada, hace suponer que el destinatario tiene que modificar algo o que su vida va a cambiar. Pero no es mi caso”. Con humildad, recalca que el Oscar lo recibió todo el equipo que trabajó en la película, no él por su trabajo como actor. “Si eso hubiese ocurrido, a lo mejor, mi respuesta sería distinta”.
En el mismo sentido, destaca el trabajo de sus compatriotas en España, donde él se convirtió en uno de los actores argentinos más queridos. “A veces olvidamos historias anteriores y mucha otra gente que ha hecho camino. Yo trato de ser lo más justo posible, no me gusta quedarme con nada que no me corresponda. Además, los actores somos la cara visible del proyecto, pero detrás hay guionistas, directores, productores, técnicos, en fin: uno solo en el cine no hace absolutamente nada”.

Pequeños cuentos

Ya alejado de la televisión, recuerda que es “otra estructura de trabajo”, de donde ni siquiera recibe propuestas que lo entusiasmen. El teatro sí lo apasiona: “son otros tiempos, tenés la posibilidad de trabajar de otra manera, con un poco más de enfoque, con un tiempo más organizado, y a mí me viene muy bien esa metodología”. Ricardo Darín participó en más de 35 películas, en una veintena de telenovelas y en una docena de obras de teatro.
Ahora, mientras reparte su tiempo en entrevistas para medios de distintos países por la difusión de Un cuento chino, ya estudia proyectos para el año que viene: dos guiones de cine y dos obras de teatro.
En la entrevista con Sala de Espera, Darín repite que su único interés es llevar al espectador, “de la forma más limpia posible”, la historia que leyó, esa que lo motivó a aceptar el proyecto. De hecho, cuenta que su primer foco está en la historia, y no en el director o en el papel que le tocará interpretar: “Se trata de contar cuentos”, resume.
De acuerdo a la cinematografía argentina y a los presupuestos que se manejan, Darín tiende a contar “una historia más bien pequeña, bien contada, que una historia más pretenciosa, mucho más espectacular, digamos”. Al mismo tiempo, reconoce que no tiene ambiciones en cuanto a trabajar en cine extranjero.
No les teme a personajes adversos; alguna vez declaró que le gustaría trabajar en una película de terror. De lo que se abstiene, confiesa, es a interpretar personajes “reconocibles”, por su rostro o por su nombre y apellido, ya sea “por cuestiones técnicas o éticas”. “Lo que más me moviliza es la posibilidad de jugar otras vidas, pero en la ficción”.
Roberto -el hombre que hospeda al chino que no comprende y que Darín define como “un personaje muy sombrío, muy dolorido y muy angustiado”- arranca sonrisas en el espectador. “Nosotros nos reímos pero en realidad el tipo está sufriendo”, comenta el actor, quien entiende que el humor no tiene que estar necesariamente gestionado por la comicidad. Y es por eso que declara: “yo me siento tan bien en la comedia como en el drama”.
“Yo he vivido circunstancias donde he sido feliz trabajando para cine, generalmente en esas historias que conocés de principio a fin y en esos personajes que te los podés calzar como un guante a medida, eso lo hace fluir con mayor libertad y con mayor alegría. Cuando un personaje es muy complicado y trabajoso, y está lleno de obstáculos, es difícil encontrar placer. Pero, por otra parte, es lo que tenemos que hacer: resolver el obstáculo”, reflexiona. “El hijo de la novia, Nueve reinas, El secreto de sus ojos y, me parece, Un cuento chino, son cuatro ejemplos de películas en las que yo sentí, paso a paso, que estaba pisando las huellas del personaje, o generándolas. Y eso te da una sensación de bienestar”.

Algo de lo que hizo en cine

Un cuento chino - Sebastián Borensztein (2011)
Carancho - Pablo Trapero (2010)
El secreto de sus ojos - Juan José Campanella (2009)
XXY - Lucía Puenzo (2007)
El aura - Fabián Bielinsky (2005)
El hijo de la novia - Juan José Campanella (2001)
Nueve reinas - Fabián Bielinsky (2000)
El faro - Eduardo Mignogna (1998)
Perdido por perdido - Alberto Lecchi (1993)
La fiesta de todos - Sergio Renán (1978)

Algo de lo que hizo en TV

Para vestir santos (participación especial - 2010)
Por ese palpitar (2000)
Chiquititas (1995)
Mi cuñado (1993)
Historia de un trepador (1984)
Una escalera al cielo (1978)

Algo de lo que hizo en teatro

Art (diez temporadas en Argentina; dos en España)
Algo en común (1995/1996)
Necesito un tenor (1991)
Hasta mañana, si Dios quiere (1982)