Publicado en la diaria, el 24 de setiembre de 2013.
Vea en la diaria el fotorreportaje de Pablo Nogueira.
Adultos de la zona rural
de Canelones combinan clases e internet para terminar el ciclo básico de
secundaria.
Un grupo de docentes
de Tala se traslada “al medio del campo”, la red Aurora da conexión a internet
-gracias a la instalación que hicieron voluntarios del Plan Ceibal, con el
apoyo de organizaciones sociales locales- y, así, unos 40 adultos están terminando
el ciclo básico. Este año comenzó el programa Rumbo en
modalidad rural en el Club Gardel -localidad de Migues- y en la escuela rural
Nº 138 de Ombúes de Bentancor.
Es sábado, aún no son las 10.00. Hace frío en Tala.
En la plaza, frente a la iglesia, Rodolfo Camejo espera a la diaria con el
mate pronto, aunque recién cebará cuando hayamos terminado la recorrida. Luego
de dos ómnibus suburbanos y una hora y media de viaje, queda ir hasta Migues, a
22 kilómetros de la ciudad de Tala, en Canelones.
Al Club Gardel se llega por la ruta 80. Los miércoles en la tarde y los
sábados en la mañana recibe a una veintena de alumnos mayores de 21 años que
viven en el medio rural y que, por distintos motivos, no han terminado el
liceo.
El lugar es frío: ni los alumnos ni los docentes se quitan el abrigo
mientras están en clase. También es austero: las sillas y las mesas son de
plástico. El televisor, el DVD y el proyector que usan son prestados. Pero eso
no es importante.
“Yo creo que hacer esto nos ha cambiado un poco la vida a todas”, dice casi
al pasar Vanesa Bergara cuando la diaria interrumpe la clase. El comentario no
pasa de-
sapercibido para los tres docentes que escuchan la conversación. “Con una
compañera lo hablábamos: nosotras nos sentíamos excluidas de la sociedad”, agrega Betiana Jorge. La idea es reforzada por otra estudiante,
Leticia Martínez: “Yo sólo fui a la escuela. Por vivir en el campo y no haber
estudiado, siempre me costó integrarme a la sociedad. Pero ahora como que le he
perdido el miedo: pido trabajo, busco, me meto, no tengo problemas de ir a un
lugar, me integro a los grupos… Yo pensaba: ‘Ya está, no fui al liceo, ahora no
lo puedo hacer’. Pero no: todos los días aprendés cosas nuevas”.
“Que ellas digan lo que dijeron realmente te hace sentir que estás haciendo
algo útil, algo importante en sus vidas, que les estás dando un empujoncito
para que logren cambios. En definitiva, es lo que uno busca como docente”,
sostuvo la profesora de Biología Eliana Hernández, luego de escuchar a sus
alumnas. “Por ejemplo, si a un adolescente le presentás el tema de la
contaminación, no le generás ningún cambio, salen de la clase y tiran el papel
del caramelo en la puerta: ellos tienen conciencia porque son adultos. Está
buenísimo, es lo que te emociona como docente: un cambio de actitud”. Camejo
agregó: “Lo que dijeron ahora era para largar el lagrimón”.
Vanesa, Betiana y Leticia son sólo tres de los casi 50 adultos que este año
se propusieron terminar el ciclo básico. Algunas -sólo había alumnas durante la
primera visita de la diaria al Club Gardel- dicen que de jóvenes no pudieron
completarlo por motivos económicos o familiares: “Había que trabajar o
trabajar”, resumen. Luego llegaron los hijos. Y con ellos, al menos para
algunas, la inquietud de volver a estudiar.
“Yo tengo un adolescente de 14 años y no podía ayudarlo. Recién ahora hay
cosas que él está dando en las que yo lo puedo ayudar, pero antes no; no lo
podías ayudar porque no sabías nada. Vos mirabas a tus hijos en la computadora
hacer esto y hacer aquello, y ahora vos podés hacerlo: podés mandar un archivo,
bajar cosas a un pendrive, pegar una foto. Los veías y decías, ‘cómo se hará
eso’”, cuenta Betiana, que concluye: “Creo que para la mayoría es eso: poder
ayudar a sus hijos”.
Otra mujer que cursa Rumbo, pero en la escuela rural Nº 138, coincide con
la alumna del Club Gardel. Natalia Estelda es ama de casa, tiene 31 años y dos
hijos. “Yo quiero que ellos vean que estudio, que hay que estudiar, quiero
darles el ejemplo para que ellos vean que están sólo para estudiar… porque a
veces se quejan por poquito”.
Rumbo al medio del campo
La idea surgió en 2010, en una reunión de profesores. Camejo recordó que
uno de sus colegas “tiró la idea de llevar el ciclo básico al campo”. Por ese
entonces, Aurora ya estaba funcionando. Se trata de una red de conectividad que
se hizo posible gracias al trabajo de una docena de voluntarios del Plan Ceibal
y de la Sociedad de Fomento Rural de Tala. En resumen: Aurora da conexión a
internet a más de 300 familias del noreste de Canelones, en zonas a donde no
llegaba la red.
Un grupo de docentes se preguntó cómo podían valerse de Aurora para ayudar
a terminar el liceo a aquellos canarios que habían quedado por el camino. Luego
de idas y vueltas, burocracia y muchas conversaciones, dieron con Wilson Netto,
en ese momento director de la Universidad del trabajo de Uruguay (UTU). El
proyecto iba a llamarse Batié (Bajando a tierra), pero resolvieron acoplarse a
un programa ya existente, Rumbo, para darle viabilidad más rápido. Éste consiste
en brindar educación media básica a la población que no culminó en la edad
esperada por la institución. Lo que surgió fue Rumbo en modalidad rural, que se
diferencia de lo ya existente en que la enseñanza se da allí y no en las
ciudades.
Ampararse en el programa de UTU no sólo valida estos estudios a nivel
formal, también aporta una cuota de reconocimiento: “tienen un certificado, una
acreditación para seguir estudiando o simplemente la tienen por gusto personal,
regocijo, autoestima, por decir: ‘Hice esto, ahora puedo ayudar a mis hijos, sé
usar esta máquina, esta herramienta, sé buscar información para aplicar en lo
que estoy haciendo’; darles esas posibilidades”, explicó
Camejo.
La mayoría de los docentes de Rumbo son oriundos de la zona. Ellos viajan -sí,
viajan: a veces transitan hasta 40 kilómetros para dar una clase- hasta el Club
Gardel, que queda en la sección de Migues, o hasta la escuela Nº 138, en Ombúes
de Bentancor (sección de Tala que se llama Islas Canarias). Esto no es
fortuito: el grupo docente se conformó con aquellos que viven en esa zona rural
para promover la permanencia y evitar la migración de los profesores hacia las
ciudades.
“Lo importante es que la gente tenga la posibilidad de estudiar en su
lugar, además de potenciar un club social como es Gardel, o bien la escuela
rural Nº 138”, dijo Camejo. “La idea inicial era que la gente no tuviera que
alejarse del medio: porque si no se lo llevás tampoco iban a ir, porque ya
están armados con la familia, con el trabajo; diez kilómetros se hacen
eternos”.
El sistema es semipresencial, con dos clases a las que hay que asistir
durante la semana. Desde afuera puede sonar a poco, pero eso se complementa con
trabajo en la plataforma virtual que es posible gracias a Aurora.
“Es más fácil para nosotras venir dos veces por semana que ir a un liceo
nocturno, por ejemplo. La mayoría somos madres”, recuerda Ana Hernández, alumna
del Gardel. De todas formas, dice que el año que viene le gustaría empezar
cuarto año en el liceo nocturno de Tala; “pero creo que me costaría muchísimo
ir todos los días”, advierte. “Nosotras nos hacemos nuestro tiempo, entramos a
la plataforma cuando podemos y hacemos los trabajos”, agrega otra estudiante,
Leticia Martínez, quien concluye: “Es muy accesible, no nos saca tiempo de
trabajo ni nada”.
El soporte fundamental -asegura Camejo- es la herramienta informática. Por
eso fue que en las primeras clases del curso se centraron en enseñar cómo
manejar la plataforma, cómo usar un correo electrónico o un buscador. Una
alumna interrumpe para contar que la docente de Informática les dio clase de
forma voluntaria, sin cobrar, a principio de año.
El profesor de Geografía indica que en la plataforma se usan mucho los
foros: “Los incentivamos a que opinen, que participen, que discutan, que
debatan entre ellos; en la plataforma no hay domingos ni feriados”.
Bajando a tierra
Otra particularidad de Rumbo en modalidad rural es que los contenidos hacen
énfasis en el desarrollo rural y productivo: las materias se dan en conjunto
(Historia, Geografía, Matemática, Física, etcétera) y buscan que los
conocimientos “bajen a tierra” -como sostenía el primer nombre que pensaron
para el programa-, es decir, que se puedan aplicar en la producción rural. “Al
ser modalidad rural te da la posibilidad de hablar de aquello que has hecho en
tu casa toda la vida”, opina María de León, otra de las alumnas que asisten al
Gardel. En las clases de Biología y Química que se dictaban durante la visita,
estaban aprendiendo sobre el ciclo del agua. “Ahora estábamos dando el tema del
agua y ¡en mi vida había prestado atención de dónde venía el agua!”, agrega
Betiana Jorge.
Al preguntarle a Camejo cómo se estructuran los contenidos para que este
grupo de alumnos culmine el ciclo básico en sólo un año, el docente de
Geografía explica que “los adultos ya tienen un bagaje muy importante de
conocimiento y de experiencia personal”, situación bien distinta a la de los
adolescentes cuando cursan los primeros años de secundaria. “Eso es lo que hay
que potenciar, a eso hay que sumarle conocimiento. Ahora, ¿qué conocimiento?
Ahí es donde entramos nosotros, con un objetivo compartido con Aurora y con la
Sociedad de Fomento Rural de Tala: queremos bajarlo a tierra poniendo
conocimiento científico de manejo del suelo, de impacto del clima, sobre los
recursos hídricos, las cuestiones de las relaciones del mercado, por poner un
ejemplo”.
“Bajando a tierra es vencer los muros, salir del pavimento, salir del
pueblo, de las ciudades, insertarnos en el campo”, continúa Camejo. “Salir
afuera, ver otra realidad, trabajar con otra gente, con una población
vulnerable, saber adaptarnos, porque las condiciones no son las mejores, pero
ellos le ponen tantas ganas, tanta energía, al igual que el equipo docente. Hay
mucha voluntad y muchas ganas de trabajar, de hacer algo nuevo, algo muy
positivo a nuestro entender, que es abarcar una población muy vulnerable que
quedó fuera del sistema educativo”.
Durante la visita de la diaria a Tala, Camejo insistió varias veces con la
idea de que el derecho a la educación sea viable para quienes viven en el medio
rural. “Y acá estamos hablando de zonas bastante pobladas, dentro de todo”,
repite.
Del Club Gardel a la escuela rural Nº 138 hay unos 25 minutos en camioneta.
Mientras maneja, Camejo señala a lo lejos dónde queda su casa y nos enteramos
de que además de docente es productor rural. Algunos de esos caminos con pozos
y sin pavimentar los recorren los alumnos dos veces por semana. Muchos de ellos
van en moto llueva o truene, según cuentan. “Recuerdo un día que llovía a
cántaros, que hubo alerta naranja y que no faltó ninguno”.
El grupo de la escuela Nº 138, al igual que el del Gardel, ha perdido
algunos de sus estudiantes. Quienes siguen adelante aseguran que ha sido por
problemas laborales, por no poder conseguir días libres para asistir a clase.
En la Nº 138 “había una señora mayor que hacía un esfuerzo muy grande por
venir, pero tenía que trasladarse en moto unos 20 kilómetros; los miércoles
tenemos clase hasta las 19.30, ya se hace de noche… y en moto, días de lluvia,
de viento; en el invierno se complicó”, cuenta Marta Alpuín, una pequeña
productora rural de 51 años, que hacía 38 que no estudiaba.
Eduardo Montero tiene 48 años, se dedica a restaurar muebles y vive a siete
kilómetros de la escuela. “Yo estoy acá porque me gusta estudiar, pero no lo
pude hacer en su momento y, si bien tengo trabajo, me pareció una oportunidad
fantástica”. Dice que está contento con la oportunidad y también con el grupo.
“Se ha creado un lindo ambiente para estudiar. Cuando llega el día yo estoy
contento, y vengo y comparto. Y también satisfacemos muchas necesidades humanas
que por otros lados no lo hacemos: nos sentimos pertenecientes a un grupo”.
Rumbo nacional
“Queremos ir más allá”, repite Camejo. Saben que, a pesar de la poca
difusión que hubo del programa -cable y radio local, además del boca a boca-,
hay más interesados que quieren terminar el ciclo básico: el objetivo para 2014
es dar clase en otros dos puntos del departamento canario y, a futuro, llegar a
todo el país. “Hay que pensar a nivel nacional, en poblaciones que están a 80
kilómetros de una ciudad, o que están metidas en el medio del campo, en el
interior profundo de verdad”.
Mientras tanto, los alumnos quieren seguir. Cristian Rodríguez, de la Nº
138, sugiere que podrían aprender algún oficio, continuando con el sistema
semipresencial. Un docente le recuerda que eso se puede hacer en la ciudad de
Tala y él responde: “No, no; acá afuera”. “El año que viene, cuarto, quinto y
sexto acá”, pide Betiana Jorge en el Club Gardel. “El año que viene, los
domingos”, sugiere otra alumna, entre risas.
En esta primera etapa se anotaron casi 50 personas. “Pero no importa la
cantidad”, aclara Camejo. “Lo importante es decirle a esta gente que, primero
que nada, tiene derecho a la educación, y hay que generar las oportunidades
para lograrlo”.
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