viernes, 14 de octubre de 2011

Música que se ve

Publicado en la revista Sala de Espera, octubre de 2011.

Ojos grandes, bocas entreabiertas, sonrisas y hasta risas que denotan sorpresa y admiración. El público de Superplugged no puede creer lo que ve, lo que oye. Ve a un músico en la cocina de su creación, oye cómo una sola persona, con un montón de elementos percusivos y de viento -tradicionales e inéditos- y sus respectivos micrófonos, literalmente, hace música.

Se siente una tribu, un coro, una orquesta. Se oye el viento, el mar, un temporal. Pero lo cierto es que Arnicho está ahí solo, acompañado únicamente por su sonidista. Con los asientos dispuestos en forma de medialuna, 30 espectadores se ubican muy cerca suyo y lo ven, lo oyen, atienden sus movimientos en silencio, sin aplaudir, como pidió al comienzo del espectáculo.

El formato Superplugged (súper enchufado) es novedoso. Él mismo cuenta que nunca estuvo en un show donde un percusionista microfonee los instrumentos y el público escuche por auriculares. El sistema es complejo y meticuloso: Arnicho debe ejecutar un sonido, grabarlo, pausarlo en uno de los varios pedales que tiene a sus pies. Sin ninguna computadora, da play, mientras graba un segundo sonido, con otro instrumento. Así con tres, cinco, ocho instrumentos. Cuando da play a todo lo registrado, canta. Y las músicas, como él les dice, cobran vida en manos de una sola persona.

El percusionista brasileño Nana Vasconcelos comenzó a microfonear el berimbau hace tres décadas. “Mucho más cercano en el tiempo, hace unos 15 años, el percusionista paulista Marcos Suzano -que toca pandeiro de lonja- microfoneó pandeiro y empezó a usar pedales para el sonido del instrumento, no para grabar y loopear”, explicó Arnicho. “A partir de esos dos ejemplos, yo quería armar una cosa así, en algún momento.…Esa máquina verde fue la primera que compré, hace como 10 años”, dice señalando entre cables y aparatos, en la Sala de Eventos del Teatro Solís.

Superplugged comenzó a ser una realidad hace unos tres años, cuando probó sonidos y definió cómo iba a ser el espectáculo. “A veces a la hora de querer hacer algo podés pensar que es un capricho, hasta que lo sacás y notás que tenía un lugar en el mercado y que la gente está encantada”.

Play and Rec

La treintena de espectadores llega, casi en silencio, y se pone los auriculares. Arnicho aparece luego, se ubica y da comienzo al show. Un berimbau -que incluso toca con un arco- y un caxixi, un caño de PVC, un par de marímbulas, un pandeiro, un latón con agua con un gran mate dentro y hasta un acordeón: de cada uno se escucha un sonido distinto, nuevo. “Lo que tiene Superplugged es que se puede ir extendiendo, más que nada en texturas de instrumentos que se van acoplando a través de esta mecánica de microfonear y hacer música con instrumentos que no se microfonean, o no son los fundamentales a la hora de hacer una canción”. El Superplugged vendría a ser el formato inverso al Unplugged, donde las bandas eléctricas se presentan con instrumentos acústicos. Aquí, se enchufan y amplifican sonidos que usualmente no.

El desafío, dice Arnicho, es hacer el mismo espectáculo todos los sábados, que salga idéntico. “Hay que tener mucha concentración, eso es lo que más cansa del show. Las canciones tienen que sonar siempre igual; a veces la gente te dice ‘lo bueno es que siempre es diferente?, y no, al revés”.

“Es un show intenso, hasta emocionalmente, porque cada canción tiene que ver con cosas que yo he vivido y eso lo hace muy interesante, eso lo hace genial para mí, conmigo. Y está buenísimo poder compartirlo con la gente y que, aparte, las reciba bien”.

Es que Arnicho, además de hacer música, cuenta historias. En sus letras y en sus armonías narra experiencias vividas en los lugares a donde se mudó con el único objetivo de estudiar música: Cuba, Bahía, Perú, Paraguay, Río de Janeiro, África Occidental. A Portugal, por ejemplo, llegó porque era imposible ingresar a Angola, donde estaban en guerra: “entonces pasé por Portugal, donde hay muchos angoleños, para estudiar con ellos”.

Lo que enseñan los libros, o lo que está disponible en la web, sirve para empezar. Pero, asegura, para aprender música cubana, hay que ir a Cuba. “Te das cuenta cuando los ves tocar. Vos podés aprender cosas antes para ir fuerte, pero después tenés que estar en La Habana y verlos, porque ahí es de verdad. Lo mismo pasa con la música brasileña o africana o peruana o la uruguaya: una murga se aprende dentro de una murga. Lo mismo los tambores: yo me rompí las manos durante años tocando en Jacinto Vera o con la gente de Cuareim, porque el tambor se aprende a tocar dentro de una cuerda de tambores, no en un taller. En un taller podés adquirir conocimientos, pero la vivencia tiene mucho que ver en esto”.

Sobre el proceso creativo, Arnicho tiene mucho para contar. “En realidad no inventás nada, está todo inventado. Vos encontrás en el camino. Inventar, inventaban Mozart, Bach, esos tipos inventaban y eran genios. Hoy, cuando una persona trata de ser creativa dentro de la música, lo que puede hacer es encontrar, en la búsqueda, elementos”, reflexiona y asegura que en ese proceso, la suerte es fundamental.

Señala dos caños, uno rojo y uno verde, y cuenta que son instrumentos para niños que compró en París cuando fue con la murga Agarrate Catalina. “Fue hace cinco años, no tenía idea para qué los iba a usar. Pero sabía que en algún momento eso me iba a servir para algo. Cinco años después, eso formó parte de una canción, donde también uso ese pedazo de caño corrugado que me quedó de una reforma que hice en casa, que está afinado en Do. Eso es la suerte que aparece en el momento que tiene que aparecer”.

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