miércoles, 23 de enero de 2008

cultura nacional sí, cultura nacional no

Febrero, 2007
Fundamentos de Ángel Rama
Ficción

El Senado discutió uno a uno los puntos del nuevo presupuesto, con conceptos claros aunque extensos. En algunos se demoró un poco más, como la educación o la salud; pero para sorpresa de todos, el debate sobre los fondos a destinarse a la cultura llevó mucho más de lo pensado.
La polémica no fue entre oficialismo y oposición, ni entre sectores políticos definidos; senadores de los partidos con más enfrentamientos ideológicos, por primera vez estuvieron de acuerdo.
Decidir a dónde destinar el dinero público fue tan difícil como definir qué es el arte.
Así fue que un grupo mayoritario (pero poco representativo en cuanto a política partidaria) apoyaba la cultura nacional, las tradiciones uruguayas: resaltando el patrimonio de nuestro país, recordando la historia y reviviendo nuestras costumbres típicas.
El otro sector menos numérico cuestionaba a la cultura nacional, justamente en los puntos defendidos por el primer grupo. Argumentaban que en nuestro país no existe un concepto cultural uruguayo, que sólo tenemos costumbres añejas que poco significado tienen en la actualidad.
Al cabo de varias horas discutiendo sobre hechos puntuales y comportamientos típicos de nuestra población, no llegaron a ninguna conclusión; a no ser que estaban en desacuerdo.
-Apostar al Día del Patrimonio.
-No, eso es marketing.
-Promover visitas a los museos.
-Nadie va a ir a una casa vieja por más que gastemos en publicidad.
-Seguir estudiando historia nacional.
-¡No! ¡Pensar en grande, abrir la cabeza!
La disputa se continuó un par de días más en la Cámara, hasta que decidieron pasar a otro de los puntos del presupuesto. Dejarían el apartado de cultura para luego de finalizado todo el documento.
Pero los medios de comunicación, las conversaciones de boliche y la opinión pública también se sumergieron en el debate de cultura nacional sí, cultura nacional no.
Intelectuales, docentes, pensadores, y por supuesto políticos, no podían dejar de hablar del tema.
Pasaron los días, así como los temas, el Senado terminó de evaluar el presupuesto nacional. Llegó nuevamente el momento de discutir sobre el destino de los fondos de la cultura.
Ambos grupos se prepararon política e ideológicamente, para poder convencer al resto. Sabían que, si al cabo de esa tarde no se ponían de acuerdo, pasarían a una votación y de esa manera, cerraban el estudio del presupuesto.
Pidió la palabra uno de los pocos suplentes que había en sala. Dijo que quería dar una argumentación que no le era propia. Que ayudaría a entender por qué nuestro país no debería apostar sólo a una cultura regional. Que citaría a Ángel Rama, uno de los representantes de la "Generación del 45". Y leyó: "El provincialismo que rige nuestra cultura es una verdadera enfermedad del impulso nacionalista. (...) La pequeñez, la mezquindad, el escaso impulso creador; la fragmentación, el poco vuelo la demora en formas tradicionales, deriva de la escasa visión de nuestros artistas y de nuestros intelectuales acerca de la coyuntura en que se mueven".
La Cámara quedó en silencio. El legislador suplente, joven por cierto, levantó la vista y observó a su alrededor. Notó que podía seguir tranquilamente y sin interrupciones de sus homónimos. Continuó su lectura: "El fenómeno nuevo original de la cultura del mundo del XX consiste en el establecimiento, por encima de las culturas regionales, (...) de una cultura global".
Agradeció por ser el primero en tener la palabra y se cruzó de brazos. El presidente de Cámara preguntó si alguien quería responder o si pasarían a la votación.
Uno de los veteranos históricos del oficialismo le increpó. Lo llamó irreverente, le dijo que no tenía ni idea quién era Rama y le preguntó qué edad tenía. "Treinta y uno", respondió al micrófono. También quiso saber de cuándo era el texto. Contestó que se había publicado en el semanario Marcha, en julio de 1965. "¡Qué falta de respeto! ¡Ni eras nacido!"
Ante el desprecio, el joven volvió a abrir sus notas y nuevamente pidió la palabra. "En la cultura uruguaya se ven con demasiada frecuencia las reelaboraciones más o menos inteligentes o afinadas de concepciones ya establecidas por otros y por lo tanto ya esclerosadas. (...) Uno de los rasgos que ostenta la cultura y, en particular, la literatura uruguaya, hoy, (...) es su marcada audacia provinciana, su escasa audacia inventiva y descubridora dentro del campo de la modernidad artística. (...) Se debe comprobar primero que en los distintos géneros literarios el Uruguay está quedando retrasado respecto a la exploración formal y temática." Agradeció por segunda vez y quedó callado.
Pasaron a la votación. Por amplio margen, los fondos de la cultura deberían destinarse en un 90% a la cultura nacional y su promoción. El resto se dividía otros entre sectores, que no representan a nuestro país en el resto del globo.
El joven legislador salió de la sala caminando despacio. Sin darse cuenta, un horda de periodistas lo acosaron. Le preguntaron su opinión acerca de la resolución. Con voz baja dijo: "Ángel Rama escribió sobre el provincialismo de nuestra cultura hace más de 40 años. Yo lo traje al Parlamento porque entiendo que sus dichos aún se mantienen. Es una pena que los legisladores no lo entiendan, y por lo tanto, nuestra cultura siga siendo historia".

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