Publicado en la diaria, 15 de enero del 2008.
Verano en Villa Dolores.
Todos los años alrededor de 800 mil personas visitan el zoológico uruguayo de Villa Dolores. La mayor parte de sus visitantes son niños. Mal que les pese a los adultos, que no disfrutan de ver encerrados a los animales en minúsculas jaulas que poco o nada tienen que ver con sus hábitats naturales, recorrer el zoológico sigue siendo la única manera de ver a metros de distancia ejemplares más o menos exóticos de la fauna de la Tierra.
El zoológico de Barcelona era famoso por alojar a Copito de Nieve, el orangután albino que murió poco tiempo atrás desatando una ola de llantos en las escuelas catalanas. En el paqueto zoológico de Palermo, en Buenos Aires, se puede apreciar desde un magnífico tigre de bengala blanco hasta un koala rojo, que está en un predio que recrea su hábitat de manera bastante fiel, con una suerte de pagoda rodeada de cañas de bambú. El zoológico de Villa Dolores, en el barrio que le da nombre, tiene algunas especies que son dignas de ser apreciadas, entre ellas un diminuto jaguar -una especie extinguida en Uruguay- que tiene pocos días de vida.
"Los atractivos dependen edad de la persona que hace paseo, los más pequeños se sorprenden más con los animales grandes, como el elefante y la jirafa. Pero también llaman su atención aquellas especies de las que han tenido noticias en la escuela y las aves. A los que están por empezar el liceo les atraen más los grandes felinos los monos. La vedette sigue siendo Yotty, la elefanta. Todos preguntan por ella", son algunas de las observaciones que hacen las maestras que van con sus alumnos al lugar, según cuenta la veterinaria Rosario Zipitría que trabaja en el zoo hace 23 años.
En total, el zoo uruguayo alberga más de 600 animales. Les da techo, comida y alguna dosis de cariño, en el mejor de los casos. Pero basta recorrer sus instalaciones para constatar a simple vista toda una batería de carencias. Clorinda, la hipopótama, intenta soportar el calor de mediodía de enero refrescándose su piscina; pero están cambiando agua y ella no logra ni siquiera mojar sus grandes patas. Las temperaturas veraniegas son complicadas, sobre todo para animales que provienen de tierras frías como el pingüino solitario, que hace malabarismos para caber en la escasa sombra que encuentra en la pileta que comparte con los leones marinos. Uno ellos descansa bajo una tubería que gotea despacio pero constantemente. Más o menos así transcurre verano en Villa Dolores.
En total, el zoo uruguayo alberga más de 600 animales. Les da techo, comida y alguna dosis de cariño, en el mejor de los casos. Pero basta recorrer sus instalaciones para constatar a simple vista toda una batería de carencias. Clorinda, la hipopótama, intenta soportar el calor de mediodía de enero refrescándose su piscina; pero están cambiando agua y ella no logra ni siquiera mojar sus grandes patas. Las temperaturas veraniegas son complicadas, sobre todo para animales que provienen de tierras frías como el pingüino solitario, que hace malabarismos para caber en la escasa sombra que encuentra en la pileta que comparte con los leones marinos. Uno ellos descansa bajo una tubería que gotea despacio pero constantemente. Más o menos así transcurre verano en Villa Dolores.
Parte de las reformas que el establecimiento quiere encarar pasa por transformar las jaulas que muchos animales habitan en recintos más confortables, cambiar rejas por otras formas de cierre menos agresivas, como empalizadas y vidrios. Otras mejoras pasan por aliviar el calor en verano. Hay especies que sufren más que otras las altas temperaturas: por ejemplo el ciervo axis y las ovejas que no fueron esquiladas. Zipitría contó que se intenta bañar a todos los animales más de una vez por día. Algunas especies tienen pequeños espejos de agua, otras son socorridas con mangueras. A las aves más grandes se las baña para refrescarlas. En algunas jaulas se instalaron rosetas para que los animales se remojen.
"Los años pasan y yo sigo haciendo lo mismo: parate aquí, comé pasto, caminá por acá..." se queja Marty, la cebra de la película Madagascar, antes de escaparse del Zoológico de Central Park en Nueva York y huir a la jungla. Ningún bípedo puede adivinar lo que piensa un animal, pero el sentido común de cualquier humano puede identificar a Marty con unos cuantos habitantes de Villa Dolores.
No seas animal
Hace poco, la muerte de un oso ormiguero produjo un pequeño debate en el Parlamento en relación estado del zoológico. A pesar de esfuerzos que hace Villa Dolores por realizar sus mejoras de la nueva cartelería y la disposición del espacio por áreas, poco queda del esplendor del antiguo parque, cedido a la Intendencia de Montevideo por el matrimonio de filántropos integrado por don Alejo Rossell y Rius y doña Dolores Pereira de Rossell, amantes la naturaleza y coleccionistas de fauna exótica, que al morir dejaron por escrito su voluntad de que el predio se conservara como zoológico.
"Quedan algunas cosas que se van a mantener, como las estatuas, flora y algún recinto. No existen más las viejas moneras y pajareras. Ha ido cambiando mucha cosa", dijo Zipitría. Actualmente, las siete hectáreas del predio están divididas en "zonas geográficas", con coloridos carteles que indican al visitante, de manera didáctica, dónde se encuentra cada animal. Así nacieron la región africana, la sudamericana, un espacio destinado a paquidermos, camélidos y grandes felinos, sin olvidar el Vivario, que alberga desde víboras y arañas hasta tortugas e iguanas.
Pero la delimitación de las zonas todavía no está del todo clara: hay una leona que duerme sola y apartada en la vieja casa de los osos. Tres jaguares tienen una jaula con una separación interna: el macho está a la vista del público, pero la hembra y su cachorro, escondidos detrás de un portón con candado. Para poder ver a los felinos hay que mover los grandes arbustos de espinillo que impiden la visión y dejan escondido al mismísimo rey de la selva. Rey que ha cambiado de trono, ya que su nuevo recinto no es una jaula vieja y reducida, sino un espacio más amplio, con piso de balasto y no de hormigón. El matrimonio Rossell seguramente no imaginó cuánto iba a crecer la ciudad. Hoy el zoo está en medio de una zona densamente poblada, lo que genera molestias para unos y para otros. Los montevideanos se quejan de los olores y los ruidos, y los animales sufren sonidos ajenos a su naturaleza como el tránsito de la avenida Rivera. "Normalmente los zoológicos están más alejados de las zonas urbanas por seguridad, por la propia naturaleza de los animales, por su tranquilidad y por razones de espacio", indicó el arquitecto Silvio Raimondo.
Pero la delimitación de las zonas todavía no está del todo clara: hay una leona que duerme sola y apartada en la vieja casa de los osos. Tres jaguares tienen una jaula con una separación interna: el macho está a la vista del público, pero la hembra y su cachorro, escondidos detrás de un portón con candado. Para poder ver a los felinos hay que mover los grandes arbustos de espinillo que impiden la visión y dejan escondido al mismísimo rey de la selva. Rey que ha cambiado de trono, ya que su nuevo recinto no es una jaula vieja y reducida, sino un espacio más amplio, con piso de balasto y no de hormigón. El matrimonio Rossell seguramente no imaginó cuánto iba a crecer la ciudad. Hoy el zoo está en medio de una zona densamente poblada, lo que genera molestias para unos y para otros. Los montevideanos se quejan de los olores y los ruidos, y los animales sufren sonidos ajenos a su naturaleza como el tránsito de la avenida Rivera. "Normalmente los zoológicos están más alejados de las zonas urbanas por seguridad, por la propia naturaleza de los animales, por su tranquilidad y por razones de espacio", indicó el arquitecto Silvio Raimondo.
Niños que abrazan a un caballo definido como "salvaje", una madre que sonríe y saca fotos. Una muchacha le da un caramelo masticable a una cabra, los patos comen galletitas (y no nadan, porque la piscina no tiene casi agua). Gestos que pueden parecer inofensivos y hasta simpáticos para el visitante, pueden llegar a ser riesgosos. No es tarea simple contener al público: más de 130.000 entradas se vendieron en 2007, lo que se traduce en unos 520.000 visitantes (los menores de 12 años no pagan entrada). 252 grupos de escolares, unos 5.744 alumnos visitaron Villa Dolores el año pasado. Hay quienes quieren estar lo más cerca posible de los animales. Hay guardianes que vigilan a la gente más que a los animales. "Lo peor que hacen es darles la alimentación que no es la correcta, los animales tienen su dieta. Otra cosa seria es no respetar las vallas de seguridad. Hubo gente tratando de saltar la cerca para tocar una fiera dormida, personas que se divierten dándole de fumar a los monos o intentando sacar un reptil de su lugar. No se debe meter las manos donde no es debido. No hay respeto", concluye Zipitría.
El cóndor -el ave adorada de los incas- es el más viejo de los 611 animales. Tiene 60 años de edad. Se estima que en total hay unas 284 aves, 210 mamíferos y 117 reptiles... Entre los recién llegados figuran cuatro canguros grises australianos, dos de los cuales murieron "por estrés", dos avestruces africanos y unas hienas rayadas provenientes de México.
A los canguros la veterinaria les habla en inglés, cuenta que comen desde manzana y zanahoria procesada hasta pan negro integral, pero lo que "les encanta" es la alfalfa verde. Cumplir con sus dietas es fundamental: es por eso que varios carteles piden no darles alimento. Un león come un promedio de 4,5 kilos de carne diarios, y también se le da huesos para que mantengan la salud de sus dientes.
"Los objetivos reales del zoológico moderno son la educación de los seres humanos y el bienestar animal", escribió Fernando Cirilo, director de Villa Dolores desde 2005, en el editorial de Bichos, la revista que se regala a los grupos de escolares que visitan el zoo.
No todos están de acuerdo con ese credo. Los integrantes de AnimaNaturalis, por ejemplo, o los veganos anarco punks, no creen que sea bueno enseñar nada mostrando animales atrapados, aburridos, solos y lejos de sus hogares naturales. Para ellos los zoológicos no son nada "educativos" e incluso animan a "nunca ir al zoológico" desde sus sitios web.
Zipitría defiende su trabajo. "No es fácil", confiesa, "todo el mundo critica, pero hay que estar acá adentro".
A las seis de la tarde, Clorinda sigue esperando que se llene su pileta.
A los canguros la veterinaria les habla en inglés, cuenta que comen desde manzana y zanahoria procesada hasta pan negro integral, pero lo que "les encanta" es la alfalfa verde. Cumplir con sus dietas es fundamental: es por eso que varios carteles piden no darles alimento. Un león come un promedio de 4,5 kilos de carne diarios, y también se le da huesos para que mantengan la salud de sus dientes.
"Los objetivos reales del zoológico moderno son la educación de los seres humanos y el bienestar animal", escribió Fernando Cirilo, director de Villa Dolores desde 2005, en el editorial de Bichos, la revista que se regala a los grupos de escolares que visitan el zoo.
No todos están de acuerdo con ese credo. Los integrantes de AnimaNaturalis, por ejemplo, o los veganos anarco punks, no creen que sea bueno enseñar nada mostrando animales atrapados, aburridos, solos y lejos de sus hogares naturales. Para ellos los zoológicos no son nada "educativos" e incluso animan a "nunca ir al zoológico" desde sus sitios web.
Zipitría defiende su trabajo. "No es fácil", confiesa, "todo el mundo critica, pero hay que estar acá adentro".
A las seis de la tarde, Clorinda sigue esperando que se llene su pileta.
1 comentario:
Excelente informe.Solo quiero dejar un pequeño aporte:las nubes de mosquitos que se condensan en las lagunas de patos,piscinas de lobos marinos,etc.Tanto esfuerzo para prevenir el dengue,y no veo que,año a año,cambie aunque sea un poco esta problemática.
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